Diorama es sin duda un grupo que mejora y se consolida año tras año en la escena, con una propuesta diferente a la de los demás, tanto en lo musical como en su festiva actitud sobre el escenario.
Centésimo quincuagésimo noveno día del año, y la Villa y Corte ofrecía velada musical. Una vez más, el grupo alemán con nombre de maqueta tridimensional visitaba España. Lo hacía con teloneros de lujo: los Charlotte´s Shadow.
La cita comenzaba a primera hora de la noche, en la madrileña sala Ritmo&Compás. Aforo inferior al esperado para ver a dos bandas aparentemente oscuras, si bien muy distintas. A destacar, visitantes de tierras malagueñas e incluso un tal Black Angel, activista dj y promotor “Dark “de Medellín, Colombia.
De los primeros, por su estilo Gothic-Rock, no me considero muy seguidor. Disculpen por ello el poco énfasis de mis comentarios. Se trata de un grupo oriundo con origen en Dublín, raíces alemanas y acento español. Ostenta un glorioso palmarés al haber sido teloneros de sendos conciertos -en la capital del Reino- de los legendarios Clan Of Xymox y de los norteamericanos The Crüxshadows.
Voz de ultratumba y melodías siniestras fue la impresión que uno se llevó de este aperitivo sonoro. Reconocer que sobre el escenario lo dieron todo, pese a la frialdad habitual del público que mantenía una generosa “distancia de seguridad” con los músicos y el escenario. Prudencia ante todo (sic).
Y así llegábamos al momento estelar de la noche, con los chicos más presentables y mejor peinados de cuantos han pasado por la R&C. En efecto, Torben Wendt, Felix Marc y su batera, Marquess, quienes “parecen-no-haber-roto-jamás-un-plato”, descendían los peldaños que dan acceso al escenario entre fuertes aplausos. La impaciencia salía así por la puerta, con el desembarco de los de la industrializada ciudad de Reutlingen.
Faltaba un cuarto miembro, su guitarrista, mas eso no fue impedimento para que disfrutásemos de unos Diorama pletóricos. Además, Torben se encargó de disimular o de (re)llenar su hueco a base de continuos movimientos sobre las tablas, empapando así su negra camisa de incoloro sudor.
Y es que hablamos de un artista en toda regla, de los que caen bien sin esforzarse y de los que se enrollan al máximo con su público. Así se explica su permanente empatía con el respetable, provocándonos continuamente a fin de que incluso el más tímido participase de la fiesta. Y vaya si lo consiguió.
El momento lisérgico llegó cuando saltó del escenario y comenzó a bailar entre los presentes, dejando que las féminas le abrazasen y sobasen; que la peña se tirara fotos con él... vamos, lo casi nunca visto. Podrán imaginarse las muchísimas endorfinas que se liberaron en ese instante, aumentando el clímax de un directo en claro in crescendo.
En lo puramente musical, un verdadero disfrute para sibaritas que gocen de todos los palos. Con la ayuda de un Yamaha CS2X, que si hierbas synth-pop, que si aceites technoides... todo ello macerado con una cálida voz melancólica que, sin embargo, te incita al baile la mayoría de las veces.
Soberbio repertorio a base de lo mejorcito de su último trabajo, "A different life" (Accession Records, 2007), en el que destaca su maxi, ‘Synthesize me’. Añadieron las siempre aclamadas, ‘The Girls’ y ‘Prozac Junkies’, así como algún que otro éxito de sus primeros trabajos, conformando una actuación inmejorable.
Hasta que vino la presunta despedida. Y no pseudo-despedida de las que se nota que son falsas, sino despedida de las de los tres miembros del grupo devolviendo con aplausos los que a su vez les prodigaba el entregado público.
Acto seguido, los clásicos gritos de "¡otra!¡otra!" se escucharon con eco en la sala. Y mientras, los alemanes intentando coger aire en un backstage... que ni tan siquiera tiene ventana. - Spain is different -. No obstante, los tipos volvieron a bajar al escenario para regalarnos otra bella pieza de su colección, engrandeciendo aún más su visita.
Tras dar las gracias, ahora sí por última vez, volvieron a sorprender a propios y extraños al ponerse a firmar autógrafos a los más coleccionistas-fetichistas que con artbooks y tickets de entrada estiraban al máximo sus brazos.
A continuación sus mayores grouppies decidieron invadir el reducido camerino, lo que aceptaron (y/o soportaron) de muy buen grado los propios Diorama. Sin embargo, la auténtica fiesta continuaría en el “stereoskopero” New Order Club, si bien ese es ya terreno extranjero para la presente reseña.
Imploren a sus dioses para que Diorama vuelva a actuar cerca de casa. Es una experiencia más adictiva que el prozac... ¡y además nos gusta!
La cita comenzaba a primera hora de la noche, en la madrileña sala 
Y así llegábamos al momento estelar de la noche, con los chicos más presentables y mejor peinados de cuantos han pasado por la 
El momento lisérgico llegó cuando saltó del escenario y comenzó a bailar entre los presentes, dejando que las féminas le abrazasen y sobasen; que la peña se tirara fotos con él... vamos, lo casi nunca visto. Podrán imaginarse las muchísimas endorfinas que se liberaron en ese instante, aumentando el clímax de un directo en claro 
Acto seguido, los clásicos gritos de "¡otra!¡otra!" se escucharon con eco en la sala. Y mientras, los alemanes intentando coger aire en un backstage... que ni tan siquiera tiene ventana. - Spain is different -. No obstante, los tipos volvieron a bajar al escenario para regalarnos otra bella pieza de su colección, engrandeciendo aún más su visita.
