El Baile de Máscaras es uno de los eventos importantes en la capital de México, en donde gente colorida disfrazados de clichés góticos se reúnen para ser descubiertos por algún empresario, o para conocer a alguien, o para dar vueltas en círculo pretendiendo que bailan como Michael Jackson, o, en el mejor de los casos, para lucir tan tétricos como el rey del pop.
El Baile de Máscaras se lleva a cabo anualmente en la Ciudad de México, Distrito Federal, por los responsables del Viva Glam. Es la ocasión perfecta para disfrazarse del asesino favorito, de la puta del momento, de miembro de la familia Munster, de Merlina Adams o de Vampiro(esa), para no perder la mala costumbre. El evento del día tres estuvo muy deslucido, quizás porque el día 4 tocarían 45 Grave en vivo y la gente decidió invertir su dinero en un grupo añejado en la escena death rockera.
Llegué en punto de las nueve horas con doce minutos en compañía de mi amigo la Loba Comunista, yo caracterizado, según mis nervios, de personaje místico extraído de algún cuadro de la EspañoMexicana Remedios Varo, Duranguense que se vino a vivir a Durango, por eso de la tradición de las brujas Durangas de cabello rojizo, La Loba se disfrazó de osito panda. Me cobraron 120 pesos, quizá unos 11 dólares, a lo mejor unos 8 euros, y me dieron una calaverita de chocolate. Hubo poca gente y disfraces no tan vistosos. El sitio es amplio, tiene una especie de antesala en un segundo piso y una sala de conciertos. Poco a poco llegaron algunos asistentes disfrazados de Punketos ochenteros, otros cuantos muy a lo visual kei, un par no tan visuales y otros tantos con vestuarios realmente complicados e interesantes.
Pedí un par de aguas, por eso de la buena figura y el viva la globalización, aliméntate sanamente, come frutas y verduras y nos lanzamos a la pista para movernos un rato. En ese entonces tocaban algo electrónico sin ton ni son, sin coherencia, aburrido y nos movíamos los bailadores como campanitas de Belén entonando el 'Adeste Fideles'. Después llegó Herman Munster, dueño, Dj, músico, conferencista, activista social y una de las almas creadoras del Under Normal y Kabaret a tomar la cabina para pinchar música y el ambiente se incendió al instante, en parte porque la gente lo reconoce, en parte porque sabe realmente lo que se debe hacer con un par de tornamesas y demás parafernalia electrónica. Del rock gótico descendió al death rock, al rockabilly y al surf, o como los expertos deseen llamarles, el caso es que disfruté como dictador matando gente con la música de los munsters, del show de terror de rocky, de las voces siamésas de Fields of the Nephilim y Sisters of Mercy, de la original Siouxsie and the Banshees y de sus cientos de clones y de los nunca mal recibidos Bauhaus, así como de los Virgin Prunes antes de que a uno de ellos se le ocurriera que el ostracismo musical tiene el nombre de flojera eterna, así como de otras tantas y tantas canciones divertidísimas y que lo obligan a uno a moverse. Hasta mi conito se rompió y tuve que recogerme el velo para seguir bailando.
Un rato después Tenshi No Yume atacó el escenario. Ellos son los primeros, mejores y más vistosos representantes del Visual Kei Mexicano, cantan en Japonés, igual que todos los de esa escena, creo, y logran muy buen espectáculo, a pesar de que se ven muy jovencitos. Después se desconectaron y fue el turno de Telekrimen, quienes se enredaron con los instrumentos, luego colocaron sus teclados antiguos, siento mucho desconocer el nombre y tecnicidades de cada uno, pero interpretan lo que ellos denominan como Spectral Garage Surf. Muy bien, por cierto, buena música, buena actitud, y logran su cometido de hacer mover a la concurrencia. Llegó la prueba de oro: La Casa Usher. Tarántula andaba por ahí, Divaneándose por los rincones, evitando que la prensa y los fans se le arrojaran encima, seria, muy propia y súper gentil y atenta, según palabras de Herman Munster a quien no le creo nada porque es el ser más amable, aterrizado en la tierra y discreto que conozco. Los de La Casa Usher con su actitud increíblemente buena, como siempre, subieron al escenario. A pesar de que el lugar no estuvo abarrotado sí hubo más gente que en Cuernavaca, aún así, el espectáculo fue un fenómeno. Para mi sorpresa, el orden de las canciones no fue el mismo, tampoco fueron las mismas, no lucían ni acartonados ni como autómatas sonriendo igual en todos lugares, se notó que en realidad son músicos de corazón.
Me salí, otra vez, sin ver ningún regalo ni saber nada acerca de Elegy Ibérica, más que por un par de impresiones que rezaban el nombre de la revista y la carita de ángel de Emilie Autumn viendo como si dijera no me odies por ser bonita.
