Como ya vienen haciendo desde hace algunos años, The Tiger Lillies presentan sus trabajos musicales como pequeñas obras de teatro. Una delicia que por fin hemos tenido el placer de disfrutar en Madrid.
El Festival de Otoño, tradicional marco de referencia en cuanto a lo que teatro se refiere en la capital madrileña, esta vez ha tenido el exquisito gusto de obsequiarnos con una de las obras musicadas por los Tiger Lillies. Además el marco era inmejorable, el Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes.
La obra en cuestión era "La cerillera" de Hans Christian Andersen, su pequeño, triste y delicado cuento sobre una pobre niña que es despreciada por sus padres y se ve obligada a vender cerillas la noche de año nuevo. Desvalida, descalza y apenas sin ropa trata, sin conseguirlo, de vender algunos fósforos para que al llegar a casa su padre no la pegue. Así la pobre y triste niña para tratar de mitigar el frío comienza a encender una a una las cerillas que le quedan para tratar de entrar en calor. Con cada una de las cerillas la niña tiene una ensoñación, con una se imagina que está en una fiesta de alto copete con todo el mundo engalanado y disfrutando de los mejores manjares, con otra sueña con que en el mundo no hay avaricia ni injusticia y que todos los seres viven felices. En medio de la noche, mientras observa la nieve caer ve una estrella fugaz y recuerda las palabras de su abuela: “Cada vez que cae una estrella fugaz el alma de una persona sube al cielo”. Y el destino fatal quiere que ese alma sea la de nuestra querida cerillera.
En esta adaptación del cuento además de la cerillera contamos en la obra con la presencia de un viejo casi desahuciado y dado a la bebida, cuyas condiciones de vida nos muestran otro ser miserable, aunque cuenta con un mayor amparo que la dulce protagonista.
Así, mientras los Tiger Lillies, acompañados de un trío de cuerda, van cantando las desdichas de la cerillera, los dos personajes de la obra, van actuando en planos diferentes, a través de un mecanismo de cuatro telones uno detrás de otro en los que se desarrollan las diversas acciones.
La primera aparición de la niña ya nos preconiza el final, pues aparece yerta bajo el caer de los copos de nieve, ante la mirada atónita del viejo. En paralelo tenemos al miserable en su casa con el frigorífico vacío con botas destartaladas y como únicos tesoros su pipa y su botella de Whisky. También, para estar en casa y se va a colocar la única zapatilla de andar por casa que tiene, lo que conecta con la niña que posee la zapatilla que le falta.
Las apariciones de la niña son un tanto sorprendentes, con andares espasmódicos, cambiando de vestuario (a veces aparece con las ropas del viejo mientras el viejo se viste de chica) y terminando con un impactante final: la niña se acerca al primer plano de la representación, se desviste y desnuda se introduce dentro del frigorífico. Este elemento dramático os aseguro que fue tremendamente impactante.
La dirección de la obra ha corrido a cargo del británico Dan Jemmet, en una producción que a mi me ha parecido plagada de imaginación aún utilizando sólo los elementos básicos del teatro tradicional. La interpretación de The Tiger Lillies, que como mencionaba antes, está completada con la actuación de un trío de cuerda, es absolutamente magistral, con el acordeón lúgubre y la voz de falsete de Martín Jacques otorgando el patetismo que requiere una obra de este calibre, todo ello rodeado de la aureola clasicista de las cuerdas.
Un conjunto soberbio de música y dramatización que esperemos vaya siendo más frecuente en un Madrid que parece querer ser algo dentro del panorama cultural pero que todavía tiene que ganar muchos enteros para conseguirlo. Esperemos que se repita pronto.
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La primera aparición de la niña ya nos preconiza el final, pues aparece yerta bajo el caer de los copos de nieve, ante la mirada atónita del viejo. En paralelo tenemos al miserable en su casa con el frigorífico vacío con botas destartaladas y como únicos tesoros su pipa y su botella de Whisky. También, para estar en casa y se va a colocar la única zapatilla de andar por casa que tiene, lo que conecta con la niña que posee la zapatilla que le falta. 