Impresionante concierto, magistral puesta en escena, fabuloso juego de luces, increíble acogida, espectacular repertorio, maravillosa experiencia.
Corrían las nueve de la noche sobre un Madrid frío y lluvioso. La Gran Vía se encontraba atestada de coches, saturada y oprimida por la algarabía que supone el mes de diciembre en una zona ya de por sí harto concurrida.
El encuentro con la banda de rock más importante de Portugal tenía lugar en la sala Arena, más tarde conocida con el apelativo comercial de Heineken, y ahora, para mi sorpresa ocasional, rebautizada como Marco Aldany. La reputada red de peluquerías no ha tenido suficiente con dedicarse a poner mechas, su insignia tiene que quedar patente hasta en los templos de la nueva música.
Al llegar a la puerta del susodicho local, hordas de jóvenes ataviados con cazadoras de cuero y botas lejos de ser descritas como discretas se apilaban en la entrada con la bienintencionada esperanza de conseguir una primera fila en un evento tan especial. Y es que hace ya tiempo que Moonspell no pisaban nuestras tierras, y más aún de la manera en la que lo han hecho, es decir, dedicando el espectáculo a sus dos primeros trabajos, posiblemente los más laureados de toda su carrera.
Tras una cuestionable actuación de los teloneros Ava Inferi, los portugueses, capitaneados por un cortés y dialogante Fernando Ribeiro, entraron en acción.
La puesta en escena fue potente y fibrosa, cargada de energía. Los temas que contiene su primer CD "Wolfheart" empezaron a sucederse de manera aleatoria. Clásicos como ‘Trebraruna’, en la que se mezcla el metal más recalcitrante con un taimado espíritu celta, hizo detonar gran parte de los espíritus apilados en la zona central de la pista. Para por entonces, el público ya estaba más que entregado. No hacia falta negociar con sus almas, el precio ya había sido pactado, y lo estaban disfrutando en ese preciso momento.
Otra gran perlita que puede ser considerada una insignia de esta banda de metal gótico es, sin lugar a dudas, ‘Vampiria’. La tonada se dejó anunciar por gigantescas gotas de sangre que resbalaban verticalmente sobre la enorme pantalla que les cubría las espaldas. Encomiable interpretación que experimentó un crescendo cargado de éxtasis y tinieblas. El respetable estaba que no se lo creía, y el grupo, cómo no, encantado con el contexto.
Tras una explicación por parte de Ribeiro, la banda empezará a dar forma con sus instrumentos a otra de las gemas más resaltables de "Wolfheart"; concretamente, la que cierra el repertorio de temas que esconde este CD, ‘Alma Mater’. Las pesadas guitarras que sustentan la estructura del magistral corte empezaron a edificar un santuario acústico rebosante de maldad y bruma. Muchas veces ‘Alma Mater’ ha sido tildada como la mejor composición de esta agrupación, y aunque las inclinaciones y los gustos son absolutamente subjetivos y por ello incuestionables, sí que es cierto que la estadística aplicada sobre el entusiasmo que expresaban los presentes hace pensar que esta apreciación es del todo cierta.
Después de liquidar "Wolfheart", la banda comenzó a explorar los cortes pertenecientes a "Irreligious", un disco que en mi opinión resulta mucho más asequible audiblemente hablando que el anteriormente comentado, y eso que tan sólo les separa un año de gestación.
'Opium' sonó gloriosa, convalidó la agresividad depositada en los temas ya presentados con la alternancia de una batería mucho más accesible, aunque eventualmente beligerante. Fue un entremés que podía haberse convertido en plato principal debido a la tremenda difusión realizada durante el año 1996 y a la gran aceptación del público hacia este tema, sin embargo, las circunstancias hicieron que no brillase demasiado, quizá fuera por su emplazamiento dentro de la set list, o quizá no.
‘Full Moon Madness’ se me antoja como la mejor de todo el repertorio que se expuso sobre el cosmos de "Irreligious", la intensidad y el romanticismo envuelto en lenguas de fuego inundó al público. Los símbolos del macho cabrío conformados con las manos de los presentes parecían banderas ondeando amenazantes en pleno Apocalipsis. Magistral punteo, sea dicho de paso.
Tras su finalización la banda abandonó el escenario, no sin antes despedirse. Todo apuntaba a que tras la calurosa respuesta de los acólitos, los portugueses regalarían alguna que otra tonada compensatoria. Cinco minutos más tarde volvían al escenario para ofrecer temas más modernos como ‘Finisterra’, contenido en su álbum “Memorial” de 2006.
Las limitaciones contractuales de la sala Arena hicieron que este inefable concierto no pudiese extenderse más en el tiempo. Sin embargo, es precisamente el tiempo el factor que da valor a los hechos, y en este caso, el tiempo disfrutado se justipreció mágico.
Una vez más la organización Escalera Sin Peldaños, promotores del evento, han vuelto a dar en el clavo. Enhorabuena.
Al llegar a la puerta del susodicho local, hordas de jóvenes ataviados con cazadoras de cuero y botas lejos de ser descritas como discretas se apilaban en la entrada con la bienintencionada esperanza de conseguir una primera fila en un evento tan especial. Y es que hace ya tiempo que 