150 años después de la primera edición de “Las Flores del Mal” y del proceso en el cual fue condenado, vuelven a nuestras manos los seis poemas prohibidos en una edición irrepetible, ilustrada con los desnudos del genial Gustav Klimt.
"Poemas prohibidos" escrito por Charles Baudelaire en la editorial de Maldoror (ISBN: 84-934956-6-2) con 76 páginas. Desde Francia y presentado en 2007 se encuadra en el género Poesía Valoración: 10 sobre 10
Magna tarea la de resumir en apenas unas líneas una vida, una obra, una historia forjada a ratos en el mito. No es ese mi deseo. Diríase que ya hay toneladas de libros encargados de diseccionar y descomponer la figura del poeta más importante de la edad moderna. Creo que puedo declarar, sin caer en el academicismo más anestesiante, que Charles Baudelaire fue el padre del modernismo, del simbolismo, del romanticismo, y de todos los ismos que se produjeron en el mundo literario de la Europa (esa vieja prostituta) de finales del siglo XIX. Pero...¿qué significan esas palabras sin estar sumergido hasta el cuello de los versos de nuestro protagonista?. Nada. Juzgar, de un modo paralelo a como se hizo en 1857, a una persona cuyo único pecado consistió en dar la vuelta a la literatura más parasitaria y dotarla de vida, de muerte, de placer y de tormento, no es lícito si no sentimos en nuestras venas su misma ansia por arder y escapar del hastío (spleen). Baudelaire fue la voz de la condición humana en su más alta expresión, con todos sus claros y oscuros, y “Las Flores Del Mal” el instrumento en que ésta fue difundida al mundo. Creo que con esto está todo dicho. Su legado y su mensaje sigue y seguirá siempre presente, al margen de formas y modas estilísticas, porque sus versos se nutren del mismo dolor y del mismo placer del que todos somos cómplices. Juzgar esa voz es juzgarnos a nosotros mismos. ¡Ay de aquel que se crea poseedor del poder de un Dios para castigar la realidad a la que nos somete la existencia!
La publicación de “Las Flores del Mal” levantó una polvareda moralista en la sociedad parisina de finales del XIX a la que tampoco habían escapado meses atrás otros autores como Flaubert (Madame Bovary) . Una nota de Gautier en Rapport ya avisaba que las flores de Baudelaire eran venenosas: allá de aquel que se atreviera a olerlas. Pero fue un artículo en el influyente Le Figaro el precursor del proceso: fango, podredumbre, inmundicia, lascivia... etc eran los únicos calificativos destinados a la obra.
"Lo odioso aparece al lado de lo más bajo, lo más repugnante al lado de lo infecto. Nunca se vio sobar y morder a tantos pechos en tan pocas páginas; nunca se contempló semejante desfile de demonios, de fetos, de monstruos, de gatos y de pobredumbre. El libro es un hospital abierto a todos los excesos de la mente, a todas las putrefacciones del corazón."
Una crítica así a fecha de hoy no haría más que acrecentar el interés de un determinado público para el cual el mercado ya ha construido desde hace tiempo un lugar. En aquella época, todo aquello que mostrara la bajeza humana era susceptible de alterar el hipotético orden moral de una sociedad uniformadora y conservadora. La Justicia debía de intervenir y proteger la decencia nacional. Baudelaire intentó por todos los medios evitar el juicio mediante cartas a miembros del ministerio. Una vez encauzado el proceso judicial, su posición fue la de adoptar una actitud culpable pero relativizadora respecto al alcance de sus poemas. Otros autores como Lamartine, Viny, Musset o Gautier habían escrito textos de índole provocador y no todos habían sido castigados de la misma forma. Su intervención cayó en saco rato y la condena fue la siguiente: multa de trescientos francos para Charles Baudelaire, y multa de cien francos al editor, Paulett Malassis. La suma fue finalmente reducida a 50 francos mediante la intervención de la emperatriz, lo cual no era lo más preocupante en ese momento para Baudelaire, el cual se veía sumergido desde hacía años en varias y cuantiosas deudas. Lo peor fue la confiscación de la obra y el dolor moral que la sentencia le propinó como una puñalada trapera.
Seis fueron los poemas censurados: Les bijoux, Lesbos, Le Léthé, Á celle qui est trop gaie, Femmes damnées y Les métamorphoses du vampire, los cuales no incluiría la posterior edición revisada por Baudelaire del año 1861, añadiendo a su vez treinta nuevas poemas. Estos supondrían una inmersión en un Baudelaire más maduro pero sin perder su brillantez. Aún así, esta edición de 1861 adolecería de perder el sentido original, ya que era un obra muy pensada, en la cual la estructura y orden de los poemas incluidos tenían una importancia crucial. La condena a la que fue sometida “Las Flores del Mal” silenció a Baudelaire en el escenario literario hasta prácticamente un siglo después (a excepción de Rimbaud y los surrealistas), cuando Sartre quiso rehabilitar la figura del poeta francés mediante un ensayo. 1949 fue el año en el que los poemas censurados pudieron al fin de nuevo respirar en público.
150 años después de la primera edición de “Las Flores del Mal” la editorial catalana Maldoror se complace en reunir estos seis poemas condenados en un mismo volumen, acompañados de la mejor manera posible: los dibujos de desnudos del genial pintor austríaco Gustav Klimt. De esta forma se expresan de manera también visual toda la voluptuosidad y desgarro de estos irrepetibles versos. Una ocasión inmejorable para volver a gozar del Baudelaire más turbador.