www.mentenebre.com: El Imperio De Los Lobos

Una mujer se somete a todo tipo de pruebas para tratar de detectar la causa de su aparente amnesia mientras su relación con su marido se resquebraja. Al mismo tiempo, un joven policía contacta con un ex-inspector, apartado del servicio por sus discutibles métodos, para que le ayude a resolver una serie de asesinatos rituales que se están produciendo en los suburbios de París. Esas son las premisas de 'El Imperio De Los Lobos', mezcla de thriller, ciencia-ficción, política y algunas cosas más que se inscriben dentro de las nuevas formas que adopta el cine fantástico —así, en general— francés, en el que incluso historias ambientadas en siglos diferentes acaban por parecer la misma.

El film surge de una novela de Jean-Cristophe Grangé, autor que ya fue adaptado por Mathieu Kassovitz en la recomendable 'Los Ríos De Color Púrpura' y también en la menos recomendable 'Vidoq' (a pesar de que fue el propio Grangé el encargado del guión), y al igual que en las anteriores también parte de dos historias aparententemente independientes que acaban confluyendo en el final de la trama. En este caso, el toque científico lo pone Anna, una mujer que sufre de lo que parece una amnesia selectiva y que, antes de someterse a un sofisticado tratamiento médico (en una instalación del ejército, nada menos), decide consultar con una psiquiatra y descubre que casi nada es lo que parece y está siendo sometida a un extraño experimento.
El Imperio De Los Lobos

Por otro lado, tenemos el toque thriller, ambientado en los suburbios de los emigrantes turcos en París, con una serie de asesinatos que primero parecen rituales y luego no, investigados por un policía que, a pesar de figurar como nexo de unión entre las dos historias, no se entera de nada durante las dos horas de duracíon del film. A él lo ayuda Schiffer, un Jan Reno de nuevo metido en un papel ambiguo: primero es uno de los buenos, luego el malo malísimo y luego... vaya uno a saber qué es. Aunque siempre ambos están dentro de una trama en la que se mezclan intrigas políticas, tráfico de drogas, sectas, espionaje y terrorismo con una organización de ultra-derecha turca, llamada los Lobos, como marco para desarrollar —y dar nombre, claro— a la historia.

Es precisamente esa indefinición constante (el nada es lo que parece, los buenos que pasan a malos, la verdad que pasa a mentira, la causa que deja paso a otra causa...) el principal lastre de una historia que de puro enrevesada acaba por resultar de lo más intrascendente. Mucho antes del confuso final, la historia pierde todo el interés, así que para cuando cae el telón la verdad es que ya da igual si el líder de los Lobos es un chamán u otra cosa, si Schiffer es el bueno, el malo o el regular, o si Anna hace lo que hace porque lo había decidido antes o después de su lavado de cerebro. Dicen que la novela está mucho más lograda, pero el trabajo del guionista parece haber sido dirigido a proporcionar escenarios al director que a dotar a 'El Imperio De Los Lobos' de una narración más o menos coherente.

El director, Chris Nahón, responsable de 'El Beso Del Dragón', otra historia de policías y traficantes en París con Jet Li como estrella, sigue las pautas del nuevo cine fantástico francés: mucho travelling, grúas por doquier, alguna cámara al hombro en las escenas de acción, planos trucados para las peleas (estilo 'Matrix'), todo eso que se ve habitualmente en los recientes estrenos de corte similar, como los citados anteriormente o 'El Pacto De Los Lobos', por poner otro ejemplo. Tonos fríos y asepsia en las escenas relacionadas con la amnesia de Anna, la sordidez y oscuridad habitual de los thrillers post-'Seven' para toda la trama a desarrollar en los suburbios parisinos y una realización espectacular (ver la secuencia en Pére Lachaise, por ejemplo), pero hueca, que lejos de contribuir a facilitar la narración acaba por complicarla todavía más.

'El Imperio De Los Lobos', entonces, es para aquellos poco exigentes con ganas de comentar después las virguerías con la cámara de Nahon y la (presunta) truculencia de la historia; o bien para pasar el rato en una tarde sin nada mejor que hacer.

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