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 La falta de valores y la quiebra ideológica de occidente.

Consumismo, la esclavitud del siglo XXI

 
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Página
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Publicado
2007-04-16
 
Una nueva religión surge del vacío existencial que adolece la sociedad, él gran monstruo que se devora a sí mismo.
 


Pero si algo nos debiera hacer reflexionar es la identificación del individuo en esta desconcertante sociedad de consumo, intentare explicarme: La inestabilidad de la sociedad moderna, los códigos contradictorios, los irreales estereotipos, provoca el vacío de la persona al buscar su identidad en la sociedad.

Las identidades han estallado, en su lugar está él vació o el consumo, y quien no puede realizar allí sus compras queda fuera del mundo. El deseo de lo nuevo es algo inevitable en el ser humano, se impone en forma permanente: Quien tiene el dinero para invertir en él como consumidor, es una especie de coleccionista al revés. En lugar de coleccionar objetos, colecciona actos de adquisición de objetos, mientras que el coleccionista del viejo tipo sustrae los objetos de la circulación y del uso para atesorarlos. Para el coleccionista al revés, su deseo no tiene objeto que pueda saciarlo, porque siempre habrá otro objeto que lo llame. Colecciona actos de compra-venta.

Si bien la Moda es el punto de partida de aquello que hace deseable al objeto, también lo vuelve volátil. La inestabilidad de los objetos se origina en la moda, quien los codifica cada temporada. Los objetos comunes del mercado se convierten en transitorios.

Consumismo, la esclavitud del siglo XXILos objetos crean sentido más allá de su utilidad o su belleza, o mejor dicho, nos hacen creer que una marca, una etiqueta o una firma tienen otros fundamentos, además de sus cualidades materiales, de su funcionamiento o de la perfección de su diseño. La libertad de quienes los consumimos surge de la necesidad que tiene el mercado de convertirnos en consumidores permanentes.

Hoy la infancia casi ha desaparecido y la primera juventud se prolonga hasta después de los treinta años. La cultura juvenil se construye en él marco de una institución, tradicionalmente consagrada a los jóvenes, que esta en crisis: la escuela, cuyo prestigio se ha debilitado tanto por la quiebra de las autoridades tradicionales, el mercado ahora sustituye viejos valores y corteja a la juventud después de haberla instituido como protagonista de la mayoría de sus mitos.

Consumidores efectivos o consumidores imaginarios, los jóvenes encuentran en el mercado de mercancías y en el de bienes simbólicos un deposito de objetos y discursos fast preparados especialmente. Todo es una exacerbada alegoría de juventud: en el mercado, las mercancías deben ser nuevas, deben tener el estilo de la moda, deben captar los cambios más insignificantes del aire de los tiempos.

El mercado elige a quienes van a estar en condiciones de elegir en él, aunque enuncia su discurso como si todos fueran iguales y esto es reforzado por los medios de comunicación. Lo siento, no somos iguales. Se pasan por alto las desigualdades reales para armar una cultura estratificada. El impulso igualitario que a veces se cree encontrar en la cultura de los jóvenes tiene sus límites en los prejuicios sociales y raciales, sexuales y morales.

Consumismo, la esclavitud del siglo XXILa publicidad nos rodea por todas partes en la calle, en las revistas y periódicos, y nos fuerza a ser más consumidores que ciudadanos. Hoy todo se reduce a una cuestión de marketing. Una empresa de alimentos genéticamente modificados puede comprometer la salud de millones de personas. No tiene la menor importancia, si una buena maquinaria publicitaria es capaz de lograr que la marca sea bien aceptada entre los consumidores.

Eso vale igualmente para la Coca Cola que descalcifica los huesos, corroe la dentadura, engorda y crea dependencia. Al beberla, un grupo de jóvenes exultantes sugiere que, en el líquido burbujeante, se encuentra él elixir de la suprema felicidad.

La sociedad de consumo es religiosa en sentido contrario. Casi no hay anuncio publicitario que no deje de valorar uno de los siete pecados capitales: soberbia, envidia, ira, pereza, lujuria, gula y avaricia.

La soberbia se hace presente en la publicidad que exalta el ego, como el feliz propietario de un vehículo de líneas vanguardistas o el portador de una tarjeta de crédito que funciona cual llave capaz de abrir todas las puertas del deseo. La envidia hace que los jóvenes discutan sobre cuál de sus familias tiene el mejor vehículo. La ira caracteriza por ese tipo que rompe el televisor por no haber adquirido algo de mayor calidad. La pereza está en la incapacidad de iniciar un camino de trabajo y dudas, nos han convertido en unos gatitos gordos y vagos. La avaricia reina en todas las economías y en el estímulo a los premios de talonarios de ventas a plazos. La gula, en los productos alimenticios industriales y en las fast food que ofrecen mucho colesterol en bocadillos piramidales. La lujuria, en la asociación entre mercancía y sexo.

Todo se puede comprar.

¿O no?


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