Pero si algo nos debiera hacer reflexionar es la identificación del individuo en esta desconcertante sociedad de consumo, intentare explicarme: La inestabilidad de la sociedad moderna, los códigos contradictorios, los irreales estereotipos, provoca el vacÃo de la persona al buscar su identidad en la sociedad.
Los objetos crean sentido más allá de su utilidad o su belleza, o mejor dicho, nos hacen creer que una marca, una etiqueta o una firma tienen otros fundamentos, además de sus cualidades materiales, de su funcionamiento o de la perfección de su diseño. La libertad de quienes los consumimos surge de la necesidad que tiene el mercado de convertirnos en consumidores permanentes.
Consumidores efectivos o consumidores imaginarios, los jóvenes encuentran en el mercado de mercancÃas y en el de bienes simbólicos un deposito de objetos y discursos fast preparados especialmente. Todo es una exacerbada alegorÃa de juventud: en el mercado, las mercancÃas deben ser nuevas, deben tener el estilo de la moda, deben captar los cambios más insignificantes del aire de los tiempos.
La sociedad de consumo es religiosa en sentido contrario. Casi no hay anuncio publicitario que no deje de valorar uno de los siete pecados capitales: soberbia, envidia, ira, pereza, lujuria, gula y avaricia.