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“El silencio de los corderos” (1991) supuso, además de un espaldarazo a la carrera del entonces olvidado Anthony Hopkins, un thriller con aroma de clásico dirigido por Jonathan Demme. El film visitaba terrenos más cercanos a directores como Lynch o Cronenberg (fascinación por el lado oscuro, mesas de autopsias), pero el todo terreno Demme conseguía salir airoso aplicando un estilo casi invisible.

Hannibal: El Origen Del Mal

Hannibal Lecter se convirtió de la noche a la mañana en un icono popular. Su atractivo mezcla de fascinación y repulsa a partes iguales se beneficiaba de la gran interpretación de Jodie Foster en el papel de una agente del F.B.I. que debía conseguir su ayuda para capturar a otro asesino psicópata. La química entre los dos actores, el pulso narrativo del director y la sugerida historia de amor entre ambos la convirtieron en un éxito, abriendo la puerta para futuras adaptaciones.

En “Hannibal” (2001) la atracción entre bella y bestia se hace más evidente. El arriesgado film de Ridley Scott buscaba apartarse lo máximo posible del film anterior. Para ello unificaba varios ingredientes algunos a priori incompatibles: el terror clásico de la Universal, el thriller high tech, la lucha de sexos en el terreno laboral e incluso el cine gore. Incomprendida por parte de crítica y público lo que no puede negársele es un potente envoltorio visual marca de la casa y una de las historias de amor más retorcidas de la historia del cine.

“Hannibal. El origen del mal” (2007) narra la juventud de Hannibal Lecter. Su principal premisa Hannibal: El Origen Del Mal

argumental es explicar la formación de esa personalidad psicópata basándose en un espeluznante suceso que le ocurrió a su familia al fin de la 2ª Guerra Mundial en su natal Lituania. La posterior huida a Francia donde es acogido bajo la protección de la mujer japonesa de su tío le da la oportunidad de estudiar medicina y comenzar a perpetrar la venganza. Poco a poco se convierte en un ser frío y sin sentimientos de culpa por los asesinatos que va a cometer en el futuro. La ejecución de cada uno de ellos tendrá su referente en conocimientos adquiridos durante su educación.

Las mejores bazas del film son la cuidada ambientación y un guión en el que aparecen con cuentagotas ácidas reflexiones sobre la venganza y la justicia. En una escena Hannibal asiste al interrogatorio y posterior ejecución en la guillotina de un colaboracionista francés con el régimen nazi. Como observamos sus métodos no andan tan lejanos de los ejercidos dentro de la “legalidad”. También es necesario destacar que Peter Webber hace “su película” sin fijarse demasiado en las anteriores. Su factura es neblinosa y decididamente europea. A veces incluso recuerda al “Munich” (2005) de Steven Spielberg. Aunque "Hannibal: El Origen del Mal" tenga un nivel aceptable no hará olvidarnos de Anthony Hopkins. El actor protagonista aprovecha matices de su referente y aporta otros nuevos en un difícil reto. En resumen, ofrece más de lo que se espera de este tipo de productos.

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