Inés París se juega el ser o no ser con su primera película en solitario y que con seguridad, terminará ocupando un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.
"Miguel Y William" dirigida por Inés París con la distribución de Warner Sogefilms y presentada 2007. Interpretada por Elena Anaya como Leonor De Vibero & Juan Luis Galiardo como Miguel De Cervantes & Will Kemp como William Shakespeare & José María Pou como Duque De Obanto & Geraldine Chaplin como La Dueña desde España y pertenece al género Comedia , tiene una duración de 100 minutos. Enlace Relacionado:Página oficial Valoración: 4 sobre 10
Con la excusa de un encuentro fortuito entre las dos figuras más representativas de la literatura universal española y anglosajona respectivamente, teje su historia Inés París. Y aunque evidentemente, Miguel De Cervantes y William Shakespeare, jamás coincidieron en vida, de haberlo hecho, casi seguro que ahora se lamentarían al unísono por el severo tratamiento al que han sido sometidos. En realidad, y analizando la trama de una forma más sesuda, se llega a la conclusión de que la función de ambos se centra básicamente en adornar el título de la película, puesto que son dos títeres movidos por la mano, por no citar otras partes del cuerpo, de una Leonor De Vibero a la que le va más el vicio que a un tonto los caramelos.
Inés, resuelve pues, no sin cierta torpeza, una comedia de ficción histórica en la que diluir de nuevo ese discurso feminista tantas veces repetido. Y no es que tenga nada contra tan singulares criaturas, dios me libre, pero considero que si su intención era justamente esa, ensalzar los valores de la mujer y hacer girar todo en ese particular universo a su alrededor, comete una serie de errores que la sitúan a la altura de directores como Mariano Ozores, Jesús Franco o José María Forqué, a los que, y ahí radica la paradoja, se ha calificado repetidamente de machistas a ultranza. No son en cualquier caso ni mejores ni peores que muchos otros, de hecho puedo pregonar con orgullo que crecí de su mano y la de buena parte de sus descubrimientos, riendo con Fernando Esteso y Andrés Pajares, mal durmiendo con Paul Naschy o soñando con Silvia Tortosa y Victoria Vera, antes de reconvertirse al baile. Pero ninguno llevaba a engaños a la hora de mostrar o coquetear de la forma más soez y gratuita con los primeros culos, tetas y demás suculentos bocados que se dejaban caer en nuestras pantallas. Así pues, cuando hoy día resulta tarea casi imposible visionar una película en la que no aparezca un desnudo, no termina de encajarme eso del escudamiento en historia y literatura para proclamar las grandezas del amor libre.
Y aunque las comparaciones siempre son odiosas, observo que Miguel Y William se convierte en su intento por acercarse, en fallida adaptación de “Shakespeare In Love” (1998) Cinta bastante más elaborada, inteligente, pero de estructura, representación teatral incluida, curiosamente similar y de la que sin duda ha tratado de beber esta otra. Desgraciadamente, Will Kemp se aleja bastante de aquel Joseph Fiennes, convirtiéndose en este caso en burda caricatura de si mismo. Sobreactuado esperpénticamente y cargado de aspavientos, sitúa a William Shakespeare a la altura de bufón de corte, relegando su pluma en aras de uno o en la mayoría de ocasiones, varios coitos. Algo parecido le sucede a Juan Luis Galiardo, en una interpretación demasiado encorsetada para sus características y resuelta con más pena que gloria. No puedo decir lo mismo de Elena Anaya, a la que si veo como pez en el agua desenvolviéndose a las mil maravillas en un papel que parece estuviera escrito a su medida. Derrocha alegría, encandila por su belleza y convence por la naturalidad con que afronta el personaje. Respecto a Geraldine Chaplin voy a pensar que su aparición en la película no pasa de algo puramente anecdótico porque de lo contrario me llevaría un buen chasco.
Ni tan siquiera los preciosos parajes naturales que ofrecían los castillos de Loarre o Guadamur, han servido de revulsivo, quedando enturbiados por las poco afortunadas estampas de los desangelados interiores.
Pese a todo, no resulta incómoda para pasar un rato entretenido. Generosa a la hora de mostrar carnes, reúne un buen número de situaciones grotescas que en otras tantas, alcanzan el tinte de ese chascarrillo nacional al que anteriormente me refería, del que siempre se tiende a hacer airada crítica pero en el fondo dota a buena parte de los trabajos realizados en España de esa ya clásica, denominación de origen.
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