Vuelve el capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte, otro héroe de capa y espada que salta de la literatura al cine.
"Alatriste" dirigida por Agustín Díaz Yanes con la distribución de 20th Century Fox y presentada 2006. Interpretada por Viggo Mortensen como Capitán Alatriste & Unax Ugalde como Íñigo de Balboa - adulto & Elena Anaya como Angélica de Alquézar - adulta & Eduardo Noriega como Conde de Guadalmedina & Javier Cámara como Conde Duque de Olivares & Juan Echanove como Francisco de Quevedo & Ariadna Gil como María de Castro desde España & Francia & Estados Unidos y transcurre entre los géneros Acción & Drama , tiene una duración de 147 minutos. Enlace Relacionado:Página Oficial Valoración: 6.25 sobre 10
En pleno siglo de oro español, miles de personas viven y mueren bajo la fachada de esplendor y gloria del Imperio. Unos tiempos de guerras encarnizadas contra Flandes y Francia, tiempos de Quevedo, Velázquez, Góngora, validos y grandes de España. Y es también uno de los momentos más oscuros de nuestra historia, en donde el pueblo sobrevivía a su propia miseria sin tener más recursos que la picaresca o las armas; el drama de un pueblo ante la ausencia de un rey que prefería cazar y fornicar a gobernar.
Y es en este siglo, en donde el capitán Alatriste sobrevive a su manera gracias a su valor y a su espada. Considerado un líder nato por sus compañeros de armas del tercio viejo de Cartagena, vuelve de Flandes para buscar fortuna en Madrid, y cumplir la promesa hecha a un amigo moribundo: cuidar de su hijo Iñigo de Balboa y apartarle del oficio de armas.
Una vez acogido el muchacho bajo su protección, y malviviendo en Madrid como mercenario, juntos pasarán por muchas aventuras y callejones oscuros que ya forman parte de la historia de un país iluminado por las letras y el arte, aunque al mismo tiempo oscurecido por la guerra, el fanatismo religioso y la miseria humana.
Con 24 millones de euros de presupuesto, Viggo Mortensen a la cabeza afianzando el proyecto como actor de moda en lo épico y lo aventurero, y un exitoso personaje como es el Alatriste de Arturo Pérez Reverte, nada podía fallar. Entonces, ¿qué es lo que ha salido mal, para que la mayoría de los espectadores hayan salido una vez más, cabizbajos de nuestros cines y abominando de esta la grande, la última y más cara producción hecha entre nuestras fronteras?.
Y ya no voy a decir eso de que el cine español es así, que fracasando es como mejor aguanta, a base de subvenciones y de corear a Almodóvar como lo mejor que hemos tenido, precisamente porque no hemos tenido nunca nada mejor; o al menos no lo hemos sabido hacer ver, pero eso es otra historia. Y como ya me aburre la autocompasión de siempre, dejo amarguras y prejuicios aparte en lo que toca al cine español, y el recelo que este me inspira (aunque hace tiempo ya que desconfío de cualquier cartelera del mundo mundial), y me centro en lo que para mí fue esta experiencia desde la expectación del pre-estreno hasta que salí del cine.
Bastante atento estuve a los sucesivos trailers y vistas breves sobre Alatriste en televisión, y he de decir que mantuve cierta ilusión por ver una producción de estas proporciones, en donde se jactaban de un maestro de esgrima que manifestaba estar harto de los típicos duelos coreografiados e interminables para lucir el palmito, y que estaba orgulloso de hacer por fin una película en donde la gente moría de verdad (y tanto, Viggo Mortensenmurió unas cinco veces más o menos). La sinopsis previa prometía una buena historia, la puesta en escena dejaba un gusto interesante en la boca, aunque ya mosqueaba un poco eso del no se hárán botines personales ni se harán prisioneros, dicho con un acento raro, muy raro y un tanto cutre. La aparición de Eduardo Noriega me aumentó aún más el mosqueo, del cual recuerdo más su momento Schweppes que alguna interpretación memorable que haya hecho desde Abre los ojos.
Sobre lo primero, pensé que era debido a un doblaje que intentaba darle cierto carisma al personaje muy malamente, dejando al Alatriste como algo más bien “triste” a secas. Pero me enteré a posteriori que Viggo Mortensen pues hombre, sabía algo de español y esa es su voz. Inmediatamente preferí que hubiera un doblaje, porque ese hombre susurra, sisea o la verdad es que no se lo que hace, pero te deja con un regusto entre lo incómodo y lo ridículo. Parece más un guiri que te va a pedir que le indiques dónde está la plaza mayor. A pesar de todo, Viggo Mortensenhizo un buen papel y se metió sin mucho esfuerzo en la piel del personaje, ya que al menos se le ve una experiencia en este género que no ha caído en vano.
Sobre lo segundo, Eduardo Noriega, pues bueno, no estuvo tan mal como Conde de Guadalmedina, y esto lo digo ya por todos los actores españoles en general, quedándome sin ninguna duda con Ariadna Gil como María de Castro, porque ella es capaz de resplandecer hasta en el bodrio más insufrible. Mención especial (seguramente por la brevedad de su papel) a la esposa de Malatesta, protagonizada por una Pilar López de Ayala que me ha dejado convencido para toda película de época al menos, después de su memorable actuación en Juana la loca y ahora aunque más brevemente, en Alatriste.
De Quevedo, el Conde Duque de Olivares y Felipe IV nada negativo tengo que decir, excepto los enfoques erróneos del director al menos en los dos primeros. Y es que lo de siempre es que cuando no fallan los actores, falla el director o se cae el decorado de cartón piedra, pero chitón, que ya dije de ir con amarguras nacionales a otra parte.
La cosa es que más que usar, estuvieron al límite de abusar de Quevedo y la obra de Velázquez para dar credibilidad a la época que estábamos contemplando (a veces te daban ganas de gritar “¡que sí que sí, que ya sabemos que estamos en el siglo XVII!). Aún así, fue divertido verle con la mano en la espada si alguien mencionara acaso el nombre de ese Góngoraa su nariz pegado, o al Conde Duque de Olivares. Y también tuvo su toque realista al verle en su pose más natural y grosera, como todo buen literato (buen trabajo de Juan Echanove). Pero poco faltó para que un personaje como Quevedo quedara desplazado a simple adorno del Madrid barroco, ya que si lo invocaron fue más por una cuestión de credibilidad histórica que de puro deleite en el personaje. Y esto pueden verlo cuando aparece únicamente haciendo gala de sus rivalidades ya dichas, la lectura a medias de tan sólo dos escritos suyos, algún diálogo sin importancia, y su encarcelamiento de oídas. Nos quisieron presentar a Quevedo, y en muchos casos fue a Quevedoa quien más echamos de menos.
¿Del Conde Duque de Olivares?. Mejor ni hablemos. Flojo, flojísimo, y no por culpa de Javier Cámara, que se encajó en la caja contrahecha que le dieron todo lo que pudo, y con bastante mérito; sino como ya he dicho, por el enfoque de un director que le permite al Alatristealzarle la voz al hombre más ambicioso, maquiavélico y poderoso de España. Y eso por mencionar algo, que esto no es más que un ejemplo del débil y sumisoConde Duque de Olivares de Agustín Díaz Yanes, así que nada. Para mí eso fue un suspenso, pero a ver qué pasa con asignaturas más importantes como la coherencia narrativa y el buen gusto.
Si hablamos de coherencia, hablamos ya de una trama. Si hablamos de una trama bien hecha, hablamos de varias historias que viajan paralelamente hacia un mismo puerto. Y si hablamos de varias historias, entonces hablamos de personajes que tienen relación entre sí. Bien, lo último más o menos lo tenemos, ¿pero qué pasa con el resto?. Simplemente no existe. ¿Pueden imaginarse la locura de varias historias que no se cruzan, y que si lo hacen, pues sin ningún tino ni pies ni cabeza, y encima en una trama que no es que no esté bien hecha, sino que simplemente no existe?. Pues eso es Alatriste, o al menos el centro de la decepción. Y es una cosa que no entendí porque como ya dije al principio, la sinopsis parecía interesante y con peso, pero del argumento que nos vendieron, nada de nada.
Aún así, unos dirán que esta película no necesita de trama alguna, ya que la historia central es la historia misma, es decir, los avatares de un siglo que avanza en sus luces y sombras, algo de historia vamos. Otros que el estilo narrativo es muy propio de la literatura española, retratando las idas y venidas de unos pícaros sobreviviendo en un país hundido en la miseria, tipo “Lazarillo de Tormes” o ese gran libro de Quevedo con el que te ríes por no llorar, “La vida de un buscón llamado don Pablos”.
Pues miren, si es lo primero, eso sería más propio de un documental, que no lo es, porque faltarían muchos datos y la cosa quedaría más bien mediocre, sobre todo en un pueblo sufrido que en esta cinta, no se ve (ni siquiera el propio Madrid, salvo alguna callejuela o plaza mayor), aparte de los protagonistas en sus idas y venidas. Y si es película, que es lo que Alatriste pretende ser, entonces más de lo mismo, porque faltan demasiadas cosas para que el engranaje funcione; los tornillos, por ejemplo.
Y si ya me venden lo segundo, es que nadie me va a convencer de que la recreación-inspiración en el estilo literario no ha sido más que pésima. No hace falta para nada inventarse historias individuales que reflejan el fondo social de los protagonistas, si no sabe hacerse bien. Hay tantos cortes, falta de rumbo, saltos en el tiempo que no llevan a ninguna parte, intromisiones sin sentido como la de Iñigo con Malatesta y viceversa, y un Viggoque muere lo menos 5 veces en la película como ya dije, que vamos, esto y más te deja con un potaje que lo único que te deja claro es eso, la sopa boba que has comprado; por unos 5 euros más o menos.
Y un ejemplo cinematográfico de quien supo hacerlo muy bien es Jose Luis Cuerda con La Marrana, una película que en esa tesitura al menos, Alatriste no le llega ni a la altura de los zapatos. Y no hablemos del director-guionista, que encima ya ha declarado textualmente en cierta entrevista su inexperiencia y completa ignorancia en esto del cine, como si tal cosa le supiera a virtud dado el éxito de Alatriste; metiendo aún más la pata, claro. Con cosas como esta yo me pregunto, ¿pero quién ha sido el insensato que le ha dado 24 millones de euros a este hombre?
Pero al fin y al cabo, tanta pasta no da para hacer toda una película mala, vamos, que algo tendrá que haber salido bien. Y el hecho es que reconozco que el vestuario, los duelos, los decorados y escenario, la bien conseguida figura andrógina y siniestra del inquisidor, María de Castro en el teatro en pose de la auténtica “Calderona” (amante de Felipe IV), la fotografía, los detalles como la Rendición de Breda de Velázquez a tiempo real, pues me gustaron mucho. ¿Las batallas?, pues sí por lo general (buen momento aquel en el tunel), excepto la del final en donde los soldados se caían solos, pero literal y descaradamente (¿les pesaban las picas o que?). Y ya lo de la música de procesión de semana santa en los últimos minutos, pues me dejó entre lo original y el desconcierto de a santo de qué viene esto ahora, porque no pega ni con cola.
Y ya puestos en la música, pues ya me hubiera gustado que hubieran hecho honor a grandes vihuelistas españoles como Luis de Narváez, Gaspar Sanz, Alonso de Mudarra, Valderrábano y muchos otros con los que vamos sobrados en este país desde el Renacimiento al Barroco, los cuales tristemente brillaron por su ausencia, ya sea por ignorancia o por un completo olvido. Ya que querían hacer el esfuerzo, supongo yo que no hubiera venido mal gastarse un par de eurillos de los 24 millones en un musicólogo experto en música antigua, pero bueno, tampoco es que el resultado en ese aspecto fuera un desastre, aunque sí un desperdicio. Simplemente les sirvió el empaste, porque aquí es que cobra todo el mundo, que hay mucho que repartir; menos para un guionista competente que nunca existió, claro.
Pues voy ya terminando, no sin lamentar la pérdida de una gran oportunidad para un elenco de actores muy bueno para mi gusto, el Viggo Mortensen con su buen efecto de reclamo y una actuación que me gustó (menos mal que el hombre no habló mucho), y un presupuesto de escándalo. Maldita sea la hora en que el barco hizo aguas por culpa de una mala dirección y un guión aún peor, pero ¡sshhh!, que aquí nadie se queja ni se amarga. ¿De qué nos vamos a quejar?. Gracias a directores como Berlanga, Buñuel y Jose Luis Cuerda, podemos decir que ha existido un siglo de oro en este, nuestro cine español.