En el artículo trataré sobre la presencia de Orfeo en el cine del siglo XX. En primer lugar haré una referencia a los mitos sobre muerte y resurrección; a continuación enumeraré una serie de películas, entre ellas algunos orfeos del siglo XXI; finalmente trataré sobre las tres películas que forman el núcleo central del mito: "Orfeo negro" de M. Camus y "Orfeo" y "El testamento de Orfeo" de Jean Cocteau.
Orfeo de Jean Cocteau (1950)
Si en Orfeo negro se combinan la faceta musical del personaje en medio de la alegría del carnaval junto a la alegórica muerte reencarnada en un personaje que está enmascarado, en Orfeo de Jean Cocteau todo el film va a tratar sobre la muerte en su aspecto poético y surrealista. En Orfeo negro se sitúa la historia en 1959, en el carnaval de Río de Janeiro; en cambio, en Orfeola historia se ubica en el París existencialista de los años 50.
Se narra el episodio más fascinante que se ha dado en el mito, el rescate del inframundo que lleva a cabo Orfeo sobre su esposa Eurídice. El relato del amor de Orfeo a Eurídice es algo que se marca a lo largo del film. Para mí la película de Jean Cocteau tiene una calidad mucho mayor que la de Marcel Camus. Ello es debido a que se contempla un lenguaje nuevo con rasgos surrealistas, unas imágenes que te llevan a un mundo onírico que es el que representa la muerte. El principio del film se desarrolla en el Café de los poetas, un lugar donde se concentra el mundo de la poesía. Allí fuera Orfeo conversa y canta con su guitarra hasta que llega en el coche la Princesa de la muerte en un coche acompañada por el poeta Segeste, el doble de la Princesa. Este se pelea en una discusión, unos gendarmes llaman a la policía para que se persone en el lugar de los hechos. Segeste cae al suelo en medio de la carretera donde es atropellado por unos motoristas que son los mensajeros y verdugos de las decisiones que se tomarán en el inframundo. La princesa lo introduce en el coche, conducido por Heurtebise y llama a Orfeo para que declare como testigo de la muerte de su amigo. Es a partir de aquí donde a través del coche se inicia el viaje al inframundo.
Mientras conversan Orfeo y la Princesa sobre el estado de Segeste, la radio del coche repite por 3 veces: “El silencio va más rápido hacia atrás”. “Un solo vaso ilumina el mundo”. “Los espejos harían bien en reflejar más allá”. Estas frases van conectadas con la poesía de la muerte. Las miradas silenciosas de la Princesa de la muerte a Orfeo nos transmiten la sensación y la pasión de los personajes por la muerte. ParaJean Cocteau, el espejo es el lugar a través del cual trabaja la muerte, es el objeto por el que se enfrentan vida y muerte. Esta concepción onírica sobre el tránsito de Orfeo por el inframundo nos muestra a modo de sueño el contenido del film. Es la Princesa con su rostro iluminado por las luces de los motoristas o por su reflejo en el espejo la que representa una puerta de enlace entre los dos mundos. Otra frase que repite por 3 veces la radio del coche, dice: “El pájaro canta con los dedos”. Esta frase intriga a la gente que tiene curiosidad por saber su autor. Al enterarse por la prensa de que era de Orfeo, la gente lo señala por la calle, diciendo que no es normal lo que dice, que está trastornado.
Otro aspecto que se puede observar en la película es el escenario: unas ruinas bombardeadas de una academia militar. Todo ello representa la irrealidad del inframundo adecuado para el mensaje que nos transmite el poeta.
Los personajes
Hay que hacer mención a Jean Marais, amante de Cocteau, en el papel de Orfeo. Está enamorado de la muerte, a la vez que la muerte se enamora de él. Le da la vuelta al personaje de la mitología: Eurídice puede mirar pero no puede poseer lo que mira. Se trata de un amor platónico, un amor imposible que trasciende los propios límites de la vida y que existe un emisario que está por encima de ella y que dicta las leyes del inframundo: la muerte.
La muerte está representada alegóricamente por una princesa: María Casares. Junto al cochero Heurtebise, François Périer, representan el aspecto fúnebre y oscuro de la película. Este tiene una función similar a la de Hermes en Orfeo negro; es el guía que lleva los cuerpos hacia el inframundo. Es muy destacado el papel que hace en el juicio al que son sometidos los personajes del inframundo la muerte. Notable la actuación de María Casares en el papel de princesa de la muerte: sus miradas, sus reflejos de luz en su rostro en medio de sombras, la capacidad que tiene a la hora de llevarse a los muertos y convertirlos en sus propios esclavos, la metáfora que ella misma expone al decir que no hay quien se resista a la guadaña que lleva consigo; y sobre todo, como decía antes, el papel que representa en el juicio junto al cochero en el cual exponen sentirse culpables de haberse enamorado del mundo real, de cometer los mismo errores a los que están castigando y la sentencia que dictan esos jueces del inframundo, semejantes a diablos y acusando a cada uno de ellos de sus faltas.
Ya al final del film Orfeo mantiene un diálogo con Eurídice y afirma entre otras cosas que se siente como si estuviera dormido, que es como si no despertara nunca del sueño. Y la muerte se puede resumir con un verso del poema Omnes qui descendunt: “non mortui sed data somnui” “no estamos muertos, sino dormidos.
En cuanto al perfil poético y musical del mito de Orfeo, Shasha Chaitow, en su ensayo “Haciendo visible lo invisible: las visiones de Péladan sobre el arte del alma” nos dice: Orfeo representa el genio creativo y la tradición iniciática, y su lira simboliza la existencia humana en sí misma, a través de la cual, de acuerdo con Edouard Schuré contemporáneo de Péladan, “cada acorde corresponde a un modo del alma humana y contiene las leyes de una ciencia y un arte”, unos hechos que “prueban” que Orfeo es “el gran mistagogo, como antecesor de la poesía y de la música que revelan las verdades eternas”. Así se puede contemplar en gran medida este Orfeode Cocteau, donde la poesía y la música se compenetran hasta hacer una obra de arte. Es la música de Georges Auric y la orquesta de Jacques Météhen la que da un toque de solemnidad a esta obra poética.