Resulta paradójico observar cómo una novela escrita en 1800 y que podríamos considerar perfectamente inserta dentro del relato gótico, sufre una alteración en sus principales puntos de vista al ser revisitada ya en nuestro siglo XXI.
Y es que “No despertéis a los muertos” lidia, como su nombre bien indica, sobre el fino hilo que separa la vida de la muerte y cómo dicha línea, con los medios adecuados, se puede atravesar. Así que el componente gótico es más que evidente en el relato original de Johann Ludwig Tieck como “Wake not the Dead” en su edición de 1823.
Pero la adaptación al teatro magistralmente realizada por Manuel Carcedo Sama va a contraponer a ese goticismo romántico un punto de ironía y casi diría yo de sátira. El texto está plagado de alusiones satíricas al amor romántico del que adolece el amante –Ignacio Ysasi-, casi a la manera de Alenza cuando pintaba esa burla que es la “Alegoría del suicidio romántico”. Y es que el sentimiento del amante por su adorada muerta es, aparentemente, tan grande, que hará lo que sea para devolverla a la vida. Esto le será concedido por un extraño caminante –Jorge Peña-, ambiguo personaje que deambula por entre ambos mundos a lo largo de los siglos, y que representa de alguna manera la conciencia y el deseo del protagonista. Ese supuesto “amor verdadero” despierta a la amada –María Vigil- que no va a ser más que un alma en pena condenada a sufrir hasta del aliento en su vuelta a la supuesta vida. Gran dolor.
El devenir de la obra nos enseña varias cuestiones importantes. La primera y fundamental es el egoísmo del amante que prefiere tener, cueste lo que cueste, a su esposa viva, aunque sea a pesar de sus terribles padecimientos antes que dejarla descansar en paz. Este egoísmo romántico contrasta con otros amores mucho más elevados de la literatura de poso romántico, me estoy refiriendo a “Axel” de Villiers de L’Isle-Adam, donde los amantes descubren tal gozo en su idilio que deciden que el único paso lógico a dar por ambos es la muerte: sin ella su amor no tiene sentido.
La otra cuestión importante es acerca de la vida después de la muerte, ese gran misterio que embarga al romántico, toda vez que su individualismo le aleja del Teocentrismo predecesor. Ya no hay certeza de ir al cielo o al infierno, no sabe cual es el destino de su alma cuando cierre la puerta este mundo. De esta obra se infiere que ciertamente hay un más allá, un mundo de los muertos, quizá más como el Hades griego que como la vida eterna cristiana. Y esto se plasma en forma de sátira de forma magistral en “No despertéis a los muertos”.
No quiero dejar de significar el magnífico trabajo actoral, sobre todo el de la amada, que borda un papel espectacular al encarnar de un modo sobrecogedor a un ánima entre la vida y la muerte. El amante egoísta declama largos y complejos diálogos que descubren sus debilidades mientras que el ermitaño, como una suerte de ente diabólico juega con él para hacerle caer en sus redes.
La obra se cierra desvelando una incógnita que da sentido a toda una trama muy bien hilada y que no deja de sorprender. Sin duda los amantes del teatro y sobre todo de producciones de tinte sombrío como tanto nos gustan en Mentenebre, disfrutarán en grado sumo de esta genial producción dramática.
Los interesados deberán consultar la web del Karpas Teatro pues los horarios varían.