El dúo de titanes formado por Paul Carr y Tim Bayes vuelve a sorprendernos con una nueva entrega de su proyecto Zilverhill. Pura descontextualización ambiental que hará que se te pongan los pelos como escarpias al escucharlo.
"Laodicean" es un trabajo de Zilverhill editado en Adeptsound (Ref: ADSBSCD03) en Julio de 2012. Interpretado por Paul Carr como compositor & Tim Bayes com compositor desde Gran Bretaña y navega entre los estilos Experimental & Dark Ambient y tiene una duración de 45,30 minutos. Enlaces Relacionados:Zilverhill & Adeptsound Valoración: 7.75 sobre 10
“Laodicean” es el tercer trabajo del dúo británico Zilverhill.
Una vez más el grupo ha sabido condensar de forma magistral todo tipo de texturas acústicas con la malsana intención de definir panoramas velados en los que se van dibujando sendas vaporosas que nos conducen a terrenos inhóspitos y lóbregos. La alternancia de sonidos entre el inmenso silencio que envuelve el contexto es nuestra única prueba sobre la existencia de vida.
El disco tan sólo alberga un único corte, eso sí, de nada menos que tres cuartos de hora. En él nos vamos a encontrar de todo, desde momentos de extrema oscuridad acústica hasta explosiones industriales en las que elementos sonoros de naturaleza fabril colisionan generando melodías auténticamente devastadoras.
El corte en sí actúa como una especie de diorama por el que, dependiendo de la faceta que utilicemos para mirar a través de él, observaremos distintas perspectivas de una misma realidad. Una montaña rusa que juega constantemente con la intensidad, teniendo como punto de partida el sosiego más implacable. “Laodicean” se estructura desde un entramado dark ambient. Sus notas líquidas, bien definidas, sinuosas pero a su vez incisivas, repletas de reverberación, nos demuestran que aunque la absoluta oscuridad impida a nuestra vista atisbar la profundidad del espacio, el sonido puede resultar ser un mejor guía de cara a satisfacer nuestras necesidades.
Como si del mito de Eurídice se tratase, “Laodicean” nos invita a sumergirnos en las profundidades del averno, sin posibilidad alguna de torcer la vista atrás para confirmar el camino andado, la meta alcanzada. El desconocimiento y la expectativa es nuestra única carta a jugar, por lo que la emoción queda completamente garantizada.
Atmósferas sepulcrales se ciernen sobre el oyente apresándolo y enjaulándolo en sus propios temores. Nunca el silencio había resultado ser tan violento como en este disco. Esto se debe en gran medida a la acertada combinación de loops disonantes que terminan siendo estrangulados por el único ente que desaparece al ser nombrado.
Sin lugar a dudas, el gran protagonista de “Laodicean” es el silencio. En primer lugar, porque sirve de referencia para discernir los distintos panoramas desoladores que nos presenta el disco, y que son comprimidos en una sola canción; en segunda instancia, porque cada una de las sendas cáusticas que se tratan se nutren de él para definirse como tal. El silencio confiere tensión a la espera, y cuando los sonidos se manifiestan, el miedo cobra todo su valor.
La sensación de desasosiego se desata en el oyente gracias a la interacción holística de todos los elementos que comprenden el conjunto. Si uno de ellos se obviase, el resultado sería completamente distinto al experimentado, y créanme cuando les digo que el producto alcanzado con esta lúgubre operación matemática no tiene desperdicio alguno. Todo ha sido metódicamente calculado para aportar en las entrañas del oyente un malestar categórico, ineluctable, digno de ser soportado por el mejor osito de peluche que, a su vez, morirá asfixiado de forma irremediable por la presión ejercida contra el pecho del espectador.