Vilipendiada por muchos y adorada por muchos otros, La noche del terror ciego es sin duda uno de los puntos álgidos de la cinematografía española de terror, una película singular que podría haber sido un clásico si hubiera contado con un presupuesto decente.
"La noche del terror ciego" dirigida por Amando de Ossorio con la distribución de Divisa Home Video y presentada 1971. Interpretada por Lone Fleming como Betty Turner & César Burner como Roger Whelan & Helen Harp como Virginia White & Joseph Thelman como Pedro Candal & Rufino Inglés como Inspector Oliveira & Verónica Llimera como Nina & Simón Arriaga como guardian de la morgue & Francisco Sanz como profesor Candal & Juan Cortés como forense & María Silva como María desde España y pertenece al género Terror , tiene una duración de 92 minutos. Enlace Relacionado:Divisa Home Video Valoración: 8 sobre 10
Dos viejas amigas se reencuentran en Portugal y deciden continuar viaje juntas. Una de ellas, Virginia, va acompañada de su novio, Roger, quien pronto se sentirá atraído hacia Betty, la otra muchacha. Virginia, poseída por los celos, abandona el tren en el que todos ellos viajan y tras vagabundear por el campo, acaba encontrando acomodo en los restos de un monasterio abandonado. Cuando llega la noche y Virginia se dispone a descansar, los restos de unos monjes templarios malditos se levantan de sus tumbas y, atraídos por los gritos de la joven, ya que son ciegos y por la vista no pueden orientarse, la acosan y finalmente la acaban asesinando.
Betty y Roger, buscando a Virginia, llegan más tarde al monasterio, donde se encontrarán con unos policías que les informarán que ha aparecido el cadáver de la joven. Esa noche, Virginia resucita en la morgue, asesinando al necrófilo encargado y bebiéndose toda su sangre. No tardará en acudir al taller de maniquíes que posee Betty, en la que seguramente sea la mejor y más terrorífica escena de la película, con una iluminación espectacular y sobresaliente, y que acabará con la segunda muerte de la resucitada cuando intenta, sin éxito, acabar con la vida de la encargada del taller. Mientras tanto Betty y Roger van investigando y conociendo la historia de Berzano, el monasterio dónde Virginia murió, y de los siniestros templarios que lo habitaron.
En el proceso de la búsqueda de respuestas ambos regresan al monasterio acompañados de un singular contrabandista y de su novia. Los monjes se vuelven a levantar de sus tumbas para acabar en primer lugar con la vida del contrabandista después de que éste violara a Betty, para después matar a la novia de éste y a Roger. Sólo Betty consigue escapar al comprender que los monjes están ciegos y que si no se deja llevar por el pánico y se pone a gritar podrá escapar de ellos. Así lo hace, refugiándose en un tren al que acaban subiendo finalmente los resucitados, atraídos por el ruido que hace éste, y en el que cometerán una salvaje y truculenta matanza entre sus pasajeros. Pero no todos mueren…
Esto que acabáis de leer es el argumento de La noche del terror ciego, uno de las más populares títulos del cine español de terror de todos los tiempos, una película que se ha ganado a pulso el status de culto en todo el mundo gracias no sólo a sus tremendos fallos sino también a lo bizarro y sorprendente de su propuesta, una propuesta que de haber gozado de un presupuesto ( bastante ) más holgado podría haber sobrepasado el status de película de culto para haber alcanzado el de buena película, entendiendo por tal el que suelen otorgarle los críticos profesionales de cine. Sin embargo, como yo no pertenezco a tal especie de personas, puedo decir con orgullo que esta es una buena, buenísima, "mala" película.
Sin duda que este film está repleto de momentos risibles, fruto en su mayoría del presupuesto rídiculo con que el director contaba; esas manos de goma de los templarios, esos saltos de la noche al día… en fín, muchos. Pero sin duda que La noche del terror ciego cuenta con numerosos hallazgos, como por ejemplo la tenebrosa y discordante música de Antón García Abril, en la que cantos gregorianos se mezclan con aterradores y enervantes momentos instrumentales. El maquillaje y el vestuario de los templarios también destaca por su minuciosidad y por su detalle, así como también merecen la pena sus correrías a caballo, filmadas en una muy atmosférica y sugerente cámara lenta que no pierde su magia ni siquiera a pesar de estar rodadas con “noche americana”, es decir, rodadas a pleno día poniendo un filtro oscuro en el objetivo de la cámara, algo cuyo efecto en pantalla es notoriamente cutre y casposo.
Esta nefasta, pero por otro lado barata, manía de utilizar tal recurso cinematográfico lastra buena parte de la película, cortando de raíz casi todo el potencial atmosférico que su guión le ofrece. Sin embargo, no todas las escenas de noche están rodadas con el truco de poner un filtro oscuro en la cámara sino que el director tuvo el buen tino de reservar parte de su exiguo presupuesto de rodaje para rodar de noche, esta de vez de verdad, las sobrecogedoras escenas de la resurrección de los templarios. Al estar rodadas en un recinto no muy grande como es el del monasterio, resultaban más baratas de iluminar que si rodaban de noche las cabalgadas en campo abierto de estos monjes asesinos…
Aparte de estar rodada en exteriores portugueses, la película cuenta con una localización realmente tenebrosa, los restos del Monasterio del Cercón, cuya localización exacta me ha sido imposible de encontrar a través de Internet, así como los del Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, en la madrileña localidad de Pelayos de la Presa. Estos imponentes monasterios en ruinas son un personaje más de la película; tenebrosas, amenazadoras e imponentes, La noche del terror ciego no sería lo mismo sin estas dos afortunadas localizaciones.
En cuanto a escenas, además de la persecución a Virginia y de la irrupción de los templarios en un tren repleto de pasajeros en el que cometen una matanza sin reparar ni en el sexo ni en la edad de los pasajeros, me quedo con la resurrección del cadáver de Virginia en la morgue y con la de la visita de esta zombie-vampiro al taller de maniquíes. También me podría quedar, aunque no se trata de una escena de terror, con el momento en que vemos como se prepara una vieja locomotora de carbón para arrancar, llenándola de carbón y duchándola con enormes chorros de agua sobre la chimenea. La verdad es que me ha resultado muy curioso y me ha llamado mucho la atención. En cuanto a las interpretaciones no son nada del otro mundo, por ser generosos, y si no son decididamente malas es porque la labor de los actores de doblaje las salvan de la más inmisericorde quema. Aún así podría destacar la de María Silva en el papel de la novia del contrabandista, toda una mujer de carácter.
Creo, en definitiva, que estamos ante uno de los más grandes hitos del cine de terror español, una película que cuenta con un sugerente planteamiento que recoge elementos de las películas de zombies y los mezcla con elementos literarios sacados de, entre otros, Gustavo Adolfo Bécquer para fabricar el aporte más original de la cinematografía española al mundillo del cine de terror.
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