A Christopher Nolan le da igual perder la memoria, jugar a detectives, reinventar superhéroes o hacer magia, tiene suficientes ases en la manga como para salir airoso de cualquier empresa.
"El Truco Final (El Prestigio)" dirigida por Christopher Nolan con la distribución de Warner Sogefilms y presentada 2006. Interpretada por Hugh Jackman como Robert Angier & Christian Bale como Alfred Borden & Michael Caine como Cutter & Scarlett Johansson como Olivia Wenscombe & Rebecca Hall como Sarah Borden & Andy Serkis como Alley & David Bowie como Nikola Tesla desde USA & Reino Unido y transcurre entre los géneros Thriller & Drama , tiene una duración de 128 minutos. Enlaces Relacionados:Web Oficial España & Web oficial USA Valoración: 8.25 sobre 10
El Truco Final (2006) arranca con la voz en off de Michael Caine (Cutter) haciendo una breve exposición de las partes en que se divide una ilusión: “Todo gran truco de magia consta de tres actos. El primer acto es la presentación, donde el mago muestra algo ordinario... que por supuesto no lo es. El segundo acto es la actuación, en la que el mago hace que lo ordinario se transforme en extraordinario. El tercero es el prestigio, en el que el mago hace lo que nunca antes has visto”
Dicha introducción, lejos de carecer de importancia, le ha venido a Christopher Nolan como anillo al dedo ya que en esencia, el armazón argumental de su nuevo trabajo se irá amoldando de modo preciso a estas máximas. Puede decirse entonces que El Truco Final, ha sido concebida igual que una de esas ilusiones, con sus respectivas partes o actos.
Para tamaña empresa, había que buscar a un director que tuviese la valentía de adaptar de forma inteligente a la gran pantalla The Prestige, la novela publicada en 1995 por el afamado escritor británico Christopher Priest, y con la que ganó el World Fantasy Award (uno de los más reconocidos premios en el campo de la literatura fantástica junto a los Hugo y Nébula) Y desde luego no era tarea sencilla, porque de haber usado el mismo sistema del libro, en el que se iba descubriendo la trama mediante lecturas intercaladas de los diarios de uno u otro mago por parte de sus descendientes directos, era más que posible que hubiesen eliminado buena parte de la sorpresa y agilidad narrativa de la historia.
Así que se apostó sobre seguro y se designo acertadamente a Christopher Nolan como maestro de ceremonias. ¿Y por qué digo que su elección ha sido un acierto? Pues porque como ya demostró con Memento (2000), considerada para muchos, entre los que por supuesto me incluyo, una de esas “películas de culto”, dejó patente que tenía una habilidad sobresaliente para reestructurar a su antojo el tiempo cinematográfico. De este modo, reemplazar a los descendientes por los propios ilusionistas para leer las páginas de su rival y ayudar a desmadejar la trama por mediación de flash-backs, la dotaba de un impulso argumental considerable, la hacía más apetecible en mercados ávidos de acción, como el americano, y para colmo y por sus referencias, se presentaba como un trabajo no demasiado complicado para este joven director inglés.
A todo esto, habría que sumarle que tras Batman Begins (2005), Nolan contaba con una proyección espectacular, pues había obtenido con la misma el beneplácito del público de buena parte del planeta, y muy especialmente en EEUU, donde recibió extraordinarias críticas, volviendo a sorprender por el marcado carácter dramático y la cercanía humana con la que contaba el origen de uno de los superhéroes más universales y, con el permiso de Tim Burton, que peor tratamiento ha recibido en el cine.
Con estas premisas, resultaba francamente complicado hacer un trabajo tan mediocre como el conseguido por Neil Burger en El Ilusionista a la que ahora si puedo considerar sin dudarlo hermana pequeña de esta otra y de la que me encargué personalmente hace no muchas semanas en esta misma web.
Presentación:
Londres, finales del siglo XIX. Robert Angier y Alfred Borden son dos jóvenes y prometedores magos que trabajan en la misma compañía. Ambos sienten admiración mutua a pesar de que sus puestas en escena son completamente diferentes. Angier posee una elegancia natural para captar la atención del público y ejecutar sus ilusiones. Borden en su defecto, se muestra mucho más tosco en sus representaciones que sin embargo, resultan bastante más elaboradas y complejas. En una de estas funciones, uno de los trucos termina de forma dramática y la amistad inicial entre ellos dejará paso a un odio manifiesto. Odio que crecerá con el tiempo y se convertirá en encarnizada lucha por superarse el uno al otro.
Actuación:
Lo ordinario probablemente habría sido que Christopher Nolan se hubiese limitado a mostrar espectaculares trucos de magia adornados por unos deslumbrantes efectos visuales. Pero, y he aquí la transformación, muy consciente de la época en la que se desarrolla el argumento, se centra en la simpleza de los mismos. Sirviéndose para ello de una sinceridad fílmica absoluta en cuanto que no muestra reparo alguno a la hora de desvelar el secreto de dichos trucos.
Respecto a la parte final, en la que si flirtea más con unos vistosos efectos especiales, se puede decir que tiene su justificación, puesto que están directamente relacionados con la figura de Nikola Tesla, personaje que existió en la realidad y entre otras muchas cosas, realizó grandísimos avances dentro del campo de la ingeniería eléctrica. Puesto que en Londres todavía no se había descubierto la luz eléctrica, resulta lógico que el director le de semejante protagonismo, más aún si se tiene en cuenta la infinidad de posibilidades que podría llegar a ofrecer en el apartado mágico de ser orientada del modo correcto.
Prestigio:
Resulta muy complicado que, no ya Nolan, sino más bien cualquier director que se precie, sea capaz de sorprender con algo que no haya sido visto antes en el cine. Como en su día lo consiguió con Memento, era forzoso darle un voto de confianza y quizás sea en esta parte en la que menos convincente me haya resultado. Y digo esto porque siendo todo el metraje tan sincero y sobre todo, racional (ya he dicho que se revelan buena parte de los trucos ejecutados) no termino de aceptar la aportación de otros elementos que escapan a la razón y que habrían de ser considerados pura ciencia ficción. Pero claro, hay que tener presente que la película es una adaptación, y por tanto no ha sido Nolan quién ha añadido estos elementos a su antojo, sino que sencillamente se ha limitado a transcribir lo que nos contara Priest en su novela.
Bien es cierto que mediante múltiples trucos de dirección, va llevando la acción de forma hábil hacia un desenlace que no por menos evidente, resulta esperado, siendo este el revés definitivo de guión desafiando con un “Abracadabra” a la misma muerte. Y este es en esencia el truco final, muy por encima de palomas desaparecidas, balas atrapadas al vuelo u hombres transportados. Resolviendo de forma magistral y de nuevo, lógica, esa historia de venganzas para la que difícilmente cabía esperar un final feliz.
Ha contado el director, prueba indudable de la confianza ciega que la productora tenía puesta en él, con un elenco de actores de los que quita la respiración, combinando a la perfección juventud con veteranía. Tanto Christian Bale como Michael Caine, no han dudado en ponerse de nuevo a sus ordenes después de la satisfactoria experiencia de Batman Begins. El primero, sobre el que recae buena parte del peso de la historia, se defiende de forma notable, impregnando su personaje de gran realismo y haciéndole tremendamente humano. De Michael poco puedo decir que no se haya dicho antes, salvo que un actor de tal calibre con tan solo prestar su nombre, ya da, valga la redundancia, prestigio a la obra. Genial como siempre, natural, convincente, efectivo, uno de los mejores actores del panorama internacional capaz de convertir en inolvidable cualquier papel por pequeño que este sea. Hugh Jackman, el otro protagonista principal junto a Bale, ha sabido ganarse mi admiración con el tiempo dejando a un lado superhéroes por personajes de corte mucho más dramático. En los apartados femeninos tanto las aportaciones de Rebecca May como la de Scarlett Johansson, pese a no tener la relevancia de los dos magos, se dejan notar, resultando bastante creíbles y no desentonando en absoluto con el resto. A Bowie hay que esperar un buen rato para poder verlo en acción, puesto que aparece poco y bien avanzada la película. Muy maquillado o recuperado mejor de lo que pensaba de sus problemas de salud, encarna a un Nikola Tesla misterioso e intrigante, muy similar al personaje real. En continua pugna con Thomas Alva Edison que, curiosidad de la historia, será capaz de utilizar cualquier método a la hora de colgarse la medalla por el invento de la electricidad.
Las estampas de Londres del XIX, también están muy logradas. Consiguiendo, y esta es otra de las grandes virtudes del director, una ambientación excepcional. No centrándose solo en la abundancia y la cara amable de la ciudad, mostrando también suburbios, zonas marginales, cárceles, teatros ruinosos,... Fundamental igualmente en este aspecto, ha resultado la fotografía. Juega con los claroscuros para tratar de buscar siempre ese aire de incertidumbre en el espectador y resalta a su antojo los distintos emplazamientos en que discurre la trama. Algo que no ha pasado desapercibido para la Academia nominando al Oscar a Wally Pfister por su buen hacer.
En el apartado musical Nolan ha vuelto a contar con David Julyan. Viejo conocido del director, que no en vano ya compuso las bandas sonoras de Memento e Insomnia (2002).
Recomiendo abiertamente el visionado del film. Además de disfrutar de una buena historia, resulta todavía más satisfactorio el comprobar que Christopher Nolan sigue transmitiendo sensaciones detrás de la cámara. Resulta también ideal compararla con El Ilusionista porque todos los vicios que esta mostraba, se convierten en virtudes en El Truco Final y esto, por suerte o por desgracia, no es cosa de magia.