Hay diferentes maneras de enfrentarse a un remake, tanto por parte de los responsables como por espectadores y/o crÃticos. Dentro de la fiebre de nuevas versiones de clásicos y menos clásicos que se vienen produciendo en los últimos años hay ejemplos para todos los gustos, desde revisiones a fondo a meros lavados de cara digitales. En el caso de "La ProfecÃa" los condicionantes eran unos pocos: hablamos de una pequeña obra maestra, a cargo de un narrador eminentemente clásico como Richard Donner (que por cierto tiene pendiente de estreno otra revisión de otro de sus clásicos, esta vez "Superman", a cargo de Bryan Singer) y bien conocida por todo tipo de audiencias. No hablamos de un film "de culto" que deba ser re-presentado a las nuevas generaciones, por tanto ese aspecto reivindicativo de otros remakes desaparece en esta nueva versión.
Tampoco se produce ninguna revisión de la historia: John Moore parte del guión original, sin añadir ni modificar nada sustancial, lo cual no hubiese estado mal: la sociedad de 1976 y la de 2006 no tienen mucho que ver, asà que una cierta reformulación, incluso una variación de las circunstancias no le vendrÃan mal a la historia. Llegados a este nivel, las únicas novedades se reducen a los actores, por supuesto, y a la puesta en escena. En cuanto a lo primero, además de lo evidentemente inadecuado del casting ya en cuanto a la edad de los protagonistas, aspecto esencial en el clásico de Donner, evidentemente Julia Stiles no está a la altura de Lee Remick, e incluso un actor habitualmente tan eficaz como Liev Schreiber acaba pecando de hieratismo que, unido a la rÃgida interpretación de Seamus Fitzpatrick resta ese plus de ambiguedad, de tensión que tenÃa el original. Mientras, los secundarios oscilan entre la pesadumbre un tanto irritante de Pete Postlethwaite y la histeria de Michael Gambon, completamente descontrolado en su brevÃsima aparición como Bugenhagen.
Tampoco uno de los grandes momentos de "La ProfecÃa (1976)", la visita de Thorn y el fotógrafo Jennings(otro personaje que pierde casi todo su carisma comparado con el de la original, aquà resulta absolutamente cargante) al cementerio etrusco para comprobar en las tumbas que la profecÃa era cierta, un ejemplo de planificación bien hecha y de creación de atmósferas, se convierte aquà en un rutinario ejercicio de montaje sincopado sin pizca de gracia, en contraste con la muy lograda secuencia anterior de la llegada al monasterio donde padece el padre Spiletto, horriblemente deformado tras oficiar de factotum en la adpción de Damien, uno de los instantes más brillantes de esta versión.