El resto son relatos muy cortitos con situaciones intrigantes como Lawrence que verá pasar los años con un coche aparcado en su paso de carruajes que nunca se moverá de allà o el joven vampiro Zoog cuya intolerancia a la sangre, le produce borracheras y gases en el estómago para disgusto de sus padres.
Como en su primer entrega, los personajes de Lorin son casi siempre infantiles o vinculados al mundo infantil. A todos les pasan cosas pequeñas y es ahà donde reside la clave: encontrar el genio en los detalles, no hace falta una gran epopeya para contar cuentos curiosos y simpáticos. De nuevo señalo que el lenguaje utilizado en el libro, al igual que en la primera entrega, resulta a veces complejo, por lo que hay que leer practicamente con el diccionario delante y perdiendo, en muchos casos, el doble sentido de muchas de las ironÃas del autor.