www.mentenebre.com: Hard Candy

Brian Nelson, guionista de Hard Candy, desarrolla su historia a partir de una nueva realidad que se viene sucediendo en Japón de un tiempo a esta parte. Desconozco si ya ha sido bautizada, pero en cualquier caso no me resultaría para nada sorprendente a tenor de las múltiples paranoias de las que son habituales protagonistas estos curiosos individuos.

La gracia en cuestión empieza a cobrar forma cuando una jovencita aparentemente incauta entabla amistad vía internet con un adulto centrado, en la mayoría de las ocasiones, en tratar de conseguir sus favores sexuales. Después de varias sesiones de chat y tras haber conseguido caldear lo suficiente el ambiente, se concierta el tan esperado encuentro personal, preferiblemente en casa de él, desde donde resultará mucho más sencillo llevar a cabo el siniestro plan. Lo que no sabe el desdichado es que la menor, que de incauta no tiene un pelo, se presentará con un buen nutrido grupo de amigas que permanecerán escondidas y al acecho para propinarle una soberana paliza en caso de que intente sobrepasarse.

Hard Candy conserva en esencia buena parte de este capítulo, pero incorpora para darle agilidad un elemento nuevo. Un crimen que no ha sido resuelto y en el que Hayley Stark (Ellen Page) se muestra convencida que está envuelto de algún modo su compañero de chat, Jeff Kohlver (Patrick Wilson)

Lo cierto es que la película tenía todos los números para haberse convertido en un sermón moralista. Incluso podría haber entrado en una espiral de aburrimiento potenciado más si cabe por el desarrollo prácticamente integro de la misma en un solo emplazamiento (la casa de Jeff) y por centrarse casi exclusivamente en los dos personajes ya conocidos. Pero al contrario, tanto el escenario elegido como el excepcional trabajo realizado por los protagonistas, lejos de convertirse en bazas negativas, son indudablemente los pilares principales sobre los que se cimenta de forma consistente el retorcido guión.

El ritmo narrativo es terriblemente cansino, pero no porque el director no sea capaz de salir bien parado de las escasas escenas de acción que tiene la película, sino por la malsana intención de sumir al espectador en una posición lo más angustiosa posible. De hecho, la estética del videoclip bien conocida por David Slade en sus orígenes, se pone de manifiesto cuando ralentiza o acelera imágenes a su antojo.

Juega igualmente un papel muy importante el tratamiento al que Jo Williams en su labor de director de fotografía somete a la luz. Pasando así de las escenas completamente luminosas en los primeros compases de la cinta, a la semi penumbra y juego de sombras en que permanecerá la casa durante el resto del metraje, consiguiendo con esto incrementar la ya de por sí incómoda sensación. No obstante, no llegaremos al clímax absoluto hasta que la inverosimilitud de los acontecimientos iniciales, vaya dejando paso a un truculento secreto que requiere de técnicas extremas para ser revelado, cambiando notablemente el registro inicial de drama psicológico por otro muy diferente con matices bastante más cercanos al thriller.

Pero si por encima de todo hay algo destacable en esta película, son sin lugar a dudas las extraordinarias interpretaciones que les toca desempeñar a Hayley Stark y Jeff Kohlver. A la primera la podemos ver también en cartel en un papel muy diferente, el de Gata Sombra, atravesando suelo y paredes en X-Men III. A Patrick pudimos verlo hace ya algún tiempo en la última adaptación de Joel Schumacher de El Fantasma De La Opera.

Hard Candy se permite jugar con el concepto del clásico de Perrault, Caperucita Roja, en una lectura diferente y renovada del cuento después de la curiosa En Compañía De Lobos (1984) de Neil Jordan o la desconcertante Freeway (1999) de Matthew Bright entre otras, pero invirtiendo papeles en esta ocasión. Jeff que comienza mostrándose inicialmente como el lobo, queda totalmente desarmado con el primer revés del guión pasando a observar no sin incredulidad los ojos, manos y boca tan grandes que puede llegar a tener Hayley.
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Escabroso tema el de la pedofilia que también es resuelto hábilmente gracias a un buen trabajo de guión, de tal manera que continuamente se trata de confundir al desconcertado espectador en su posicionamiento. Tan pronto estamos sintiendo pena por el pedófilo y repulsión por la jovencita, como asco por el pedófilo y comprensión por la jovencita, jugando siempre con esa doble moral pero manteniéndose lo suficientemente distanciado como para no entrar a valorar cuál de los comportamientos es el que habría de considerarse como correcto.

Película pues no apta para todos los públicos, con escenas duras y terriblemente incómodas que aun pudiendo ser bastante más explícitas, no resultan por ello menos efectivas. Con un trabajo formidable y totalmente creíble por parte de Patrick Wilson y sobre todo por la madurez interpretativa impropia de una jovenzana Ellen Page que tan apenas ha superado la mayoría de edad y que de mantener este nivel, promete grandes y buenas cosas en un futuro.

David Slade da el salto definitivo a la gran pantalla con un trabajo muy cuidado estéticamente, desde el extraordinario cartel a la bellísima fotografía, demostrando además que tiene tablas en esto del cine al haberle sabido sacar lo mejor a sus actores. Habilidoso con la cámara en los encuadres generales y sobre todo, en el caso que nos trata, en los primeros planos. Llega incluso a recordar un poco a ese Peter Greenaway que busca la distribución matemática de los objetos en las escenas, convirtiendo la casa en elemento importantísimo con profusión de figuras geométricas. A buen seguro volveremos a dar cuenta de él en Mentenebre para el estreno de su segunda película, que esta vez sí, será de terror puro y duro, más concretamente la adaptación de la aclamada novela gráfica de vampiros 30 Días De Noche de Ben Templesmith.

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