Fundamentado sobre todo en la figura de Edgar Allan Poe y a menudo confundido con el concepto de “narrativa gótica”, el tardío movimiento romántico en la literatura estadounidense del S.XIX engloba muchos otros matices y aspectos característicos y propios así como otros autores no menos relevantes que sentaron las bases de su literatura patria en aquella nueva sociedad en construcción.
Edgar Allan Poe y Emily Dickinson
He dejado para el final a estos dos grandísimos autores no sólo de su tiempo sino de la historia literaria de los Estados Unidos primero porque ambos fueron poetas y en segundo lugar por lo anecdótico de sus biografías.
Los acontecimientos de sus vidas marcaron sin duda alguna el tono y carácter de sus composiciones; en el caso de Emily Dickinson(1830-1886) sería el opresor ambiente familiar y puritano que la rodeó durante toda su vida, llegando al punto de recluirse en su propia habitación, de la que sólo saldría definitivamente para acudir a sus oraciones los domingos. A pesar de ser mujer, gozó de un relativo privilegio para el acceso a la cultura si la comparamos con el resto de mujeres de su época y elaboró a lo largo de su vida una extensa producción poética que no se vería publicada hasta después de su muerte ya que en vida siempre se negó a publicar. A medio camino entre las ideas trascendentalistas y el romanticismo más oscuro, en sus poemas da rienda suelta a sus temores existenciales y son frecuentes las alusiones a la muerte así como a unos disfrutes naturales a los que se refiere desde el anhelo del que hace tiempo se ha resignado a rechazarlos, a admitir que están vedados para ella.
De Edgar Allan Poe(1809-1849) poco podemos decir que no se haya dicho ya. Al margen de lo anecdótico de su vida, famoso por su afición al juego y a la bebida (la leyenda negra dice que murió una noche tras declararse a varias mujeres y ser rechazado por todas tras una sobredosis provocada por el alcohol y que su cuerpo fue encontrado días después en un callejón), es no obstante una de las mentes más célebres y cultas de su tiempo al que debemos la creación del género detectivesco (a través del inspector Auguste Dupin, que más tarde serviría de inspiración al británico Arthur Conan Doyle(1859-1930) para la construcción de su famoso Sherlock Holmes) y de la perfección del relato corto, género por el que es principalmente conocido,aunque también escribió poesía, ensayo y trabajó como periodista.
Edgar Allan Poe es el maestro universal del género de terror. El conjunto de sus relatos puede ser catalogado en cuatro categorías: psicológicos, macabros, arabescos y grotescos. Los relatos psicológicos son aquellos en los que sobresale el factor introspectivo del personaje, siendo éste el que va dando forma al relato. Suele estar relacionado con el tema de la duda y la autoinculpación como en “El corazón delator” o “William Wilson”. En la categoría de macabros estarían todos aquellos que tienen como tema central la muerte, independientemente del modo en que ésta sea tratada; algunos ejemplos serían “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”, “El entierro prematuro”, o "El barril de amontillado”. Los relatos arabescos son aquellos que tienen que ver con el mundo de lo sobrenatural, como en “Conversaciones con una momia”, “El rey peste” o “La máscara de la muerte roja”. Por último los relatos grotescos son aquellos en los que se produce alguna distorsión de la realidad, bien sea a través de visiones oníricas o producidas por el consumo del alcohol u otras sustancias tóxicas. A esta categoría pertenecerían pues relatos como “Ligeia”, “El gato negro” o “La caída de la casa Usher”. Otros temas recurrentes son la venganza (como en “Hop Frog”), el relato analítico o de investigación (caso de “Los crímenes de la calle Morgue” o “El escarabajo de oro”) y aquellos que yo llamo pseudocientíficos, porque usa un lenguaje científico para dar verosimilitud a unos hechos falsos que por cómo están narrados parecen ciertos, como es el caso de “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall” o “Un descenso al Maelström”.
Su herencia va a ser fundamental para los grandes maestros del relato corto sucesores de su legado, entre ellos algunos tan dispares como Kafka, Dostoyevski, Lovecraft, Maupassant, Borges o Cortázar.