Terminator: La Salvación

Gran revuelo ha causado la noticia desde principios del presente año sobre la secuela de la saga de "Terminator". Después de que el gran consentido del cine violento hollywoodense James Cameron presentara a finales del siglo pasado las primeras dos versiones del hombre-máquina-gobernador con un éxito rotundo que inscribió en la mente de muchos de nosotros una placa donde la ciencia ficción de un escenario apocalíptico para la raza humana parecía aproximarse a la realidad peligrosamente, no habíamos tenido una decepción tan grande. Antes de "Terminator: La Salvación" tuvimos la oportunidad de ver una horrible tercera parte donde el desgaste del guión se notaba claramente y, aunque ciertamente explicaba el origen de la guerra entre las máquinas y los hombres tratando de dar claridad a la historia, por otro lado dejaba muchos cabos sueltos en cuanto a las expectativas depositadas en ella.

Hace poco más de quince días se estrenó en México la que en el papel parece ser la última versión del "Terminator". Por fin ha sido enterrado el personaje de Sarah Connor y la figura de Arnold Schwarzenegger ha sido retomada exclusivamente con una función cohesiva de los cuatro capítulos que ha tenido esta saga, porque no concebimos esta peli sin el Gobernator, pero sin duda quedaron algunos recovecos que, según mi humilde punto de vista, terminaron por erosionar su solidez. Partiremos del hecho de que los primeros minutos han sido de total aburrimiento porque cuesta muchísimo trabajo entender hacia dónde quieren llevar al espectador. Mucho de ese tiempo perdido que significó tratar de identificar si Kyle Reese o Marcus Wright eran John Connors puso en relieve el desconocimiento por parte del director de la continuidad de las partes anteriores. Rompiendo aún más con el trabajo hecho por Cameron, McG introduce secuencias de acción harto sencillas que demuestran el desperdicio de varios millones de dólares y, que si no fuera por la escena del secuestro de Kyle, el desarrollo de la trama no hubiera tomado nunca forma. Mucha paja, la necesaria como para cumplir con el requisito de duración de la cinta.

Es menester destacar el hecho de que aunque todo lo que Cameron hizo en el pasado fue botado a la basura y que incluso el futurismo que caracterizaba a las cintas de "Terminator" terminó desplazado por áridas localidades en desiertos, robots chatos que para el actual desarrollo tecnológico del cine no representan un gran esfuerzo (aunque hay uno al más puro estilo de "Star Wars" que me pareció jocoso), no hay esas persecuciones que, como antes, hacían sentir a uno con los nervios de punta...¡faltan tantas cosas! Debo aclarar a este respecto que el recurso de introducir un cambio a una saga que para el cine de entretenimiento ya se puede considerar como de culto es más que aceptable, pero creo que tampoco se valía destruir lo meritorio para, sin saber nada de nada, experimentar. Me queda claro que la supuesta naturaleza humana del que se supone que es el nuevo "Terminator" no supone un giro tan radical en el desarrollo del filme, porque teniendo en cuenta que los norteamericanos aman el "happy end", al final pase lo que pase este personaje inclinará la balanza de lado de los humanos. Este recurso es tan simple como poco favorecedor en resultados.
De entre lo destacable que tiene la cinta tenemos los efectos especiales (escasos y que demuestran el poco empeño de los encargados de este área), las secuencias de velocidad, la batalla final al estilo de las anteriores donde en una lucha cuerpo a cuerpo se define el destino de la raza humana. ¡Diantres! Quisiera poder rescatar al menos la cuestión de las batallas, pero me es imposible porque hay cintas que superan por mucho el trabajo realizado en ésta. Destacamos ante todo el derroche de dinero que ha hecho que, al menos hasta el día de hoy, la cinta no haya recaudado lo esperado. Vi una sala de cine ocupada a menos de la mitad, muestra inequívoca del revuelo al que irónicamente me refería al principio.

Una larga espera para obtener al final una entrega que dejó con un sabor a boca como si acabaras de despertar de un sueño que no quisiste haber soñado, pero que ahí está. Sólo puedo exclamar ¡siguiente!