El negro es un color repleto de significados, asociado a la oscuridad y a la noche, tanto hoy como en el pasado refleja un miedo a lo desconocido, pero a través de la historia se le atribuye también un valor antagónico de atracción y poder. Utilizado en la construcción de la apariencia se convierte en seña de identidad. Este artículo analiza su importancia estética y contribución al estilo en la escena gótica.
Trazar la genealogía de la sensibilidad gótica lleva a peculiares caminos históricos, fenómenos tales como las mujeres fatales o el interés por los cadáveres de los movimientos románticos y decadentes. El romanticismo se caracterizó por acentuar el valor de los sentimientos por encima de la razón y exaltar el gusto por el misterio y lo fantástico. Las obras de ficción abordaban temas de reflexión como el amor, la muerte o la existencia. La pasión romántica alimentaba un espíritu de liberación sexual y actitudes que cuestionaban lo establecido. La creatividad y el individualismo eran valorados en oposición a los valores tradicionales del pensamiento lógico y la responsabilidad social Por todos estos aspectos y por el rechazo a las convenciones y los prejuicios, la corriente gótica esta asociada al romanticismo.
Los estudios góticos literarios tienden a enfocarse en novelas inglesas del siglo XIX, tales como “Frankestein” de Mary Shelleyo “Drácula” de Bram Stocker, que inaugura el mito del vampiro de tanta relevancia para la industria del entretenimiento estos días. Además el género gótico recurre a la literatura francesa decadente, al cine expresionista alemán y a las películas de horror de Hollywood, especialmente estas últimas establecen la iconografía visual de lo gótico.
El desconocimiento de la tradición gótica, por ejemplo en cine y literatura, es una señal de superficialidad en la condición de gótico; delata a alguien que probablemente solo sigue una moda, frente a un grupo reducido que forma parte de la rica trama intelectual y artística del movimiento.
Culturas juveniles, subculturas y tribus urbanas
Las culturas juveniles pueden analizarse desde el plano de las condiciones sociales y desde el plano de las imágenes culturales; entendido éste como el conjunto de atributos ideológicos y simbólicos apropiados por los jóvenes que se traducen en estilos que integran elementos heterogéneos provenientes de la moda, la música, el lenguaje, las practicas culturales, etc. Las culturas juveniles no son homogéneas ni estáticas, las fronteras son permeables y los intercambios entre los diversos estilos son numerosos.
Las subculturas, que algunos autores prefieren denominar “microculturas” para evitar equívocos de relaciones de subordinación, hacen referencia a formas culturales minoritarias respecto a la cultura dominante. En este caso son definidas por grupos de jóvenes que oponen resistencia a la cultura comercial o “mainstream”. Este anglicismo se utiliza para designar los pensamientos, gustos o preferencias aceptados mayoritariamente en una sociedad. Un buen ejemplo es la cultura pop, producida principalmente para su comercialización, con el objetivo de obtener la mayor cantidad de ventas y beneficios económicos. El término opuesto sería: “underground” o subterráneo que denomina estilos de vida o manifestaciones culturales que se consideran alternativos, ajenos o contrarios a la cultura oficial que transmiten los medios de comunicación de masas.
El término “tribus urbanas” hace alusión a un grupo de gente que se comporta de acuerdo a la ideología de una subcultura, en el escenario de una ciudad. Constituyen la manifestación de una disidencia cultural o una “resistencia” ante una sociedad caracterizada por la masificación y la inercia que caracteriza la vida en las urbes hipertrofiadas, donde todo parece correr en función del éxito personal y el consumismo alienante. Las “tribus urbanas”, un concepto popularizado por los medios de comunicación, es controvertido dentro de la antropología por hacer referencia generalmente a figuras estereotipadas, asociadas a la irracionalidad primitiva que asimila las conductas oposicionales de los jóvenes a la “barbarie” de la que hablaban los evolucionistas. En lugar de estigmatizar, caricaturizar o ridiculizar, lo que deberíamos preguntarnos es qué se esconde detrás de estas manifestaciones culturales; qué quieren decir. La “tribu urbana” funciona como una micro-mitología, es un pequeño relato que contribuye en la construcción de una identidad que permite romper el anonimato.