El negro es un color repleto de significados, asociado a la oscuridad y a la noche, tanto hoy como en el pasado refleja un miedo a lo desconocido, pero a través de la historia se le atribuye también un valor antagónico de atracción y poder. Utilizado en la construcción de la apariencia se convierte en seña de identidad. Este artículo analiza su importancia estética y contribución al estilo en la escena gótica.
Desde el siglo XV en Europa las prendas de vestir negras han sido asociadas con la distinción y la aristocracia. Solo en el siglo XIX se extendió su uso, como resultado de la invención de los tintes químicos y el modo de producción masivo.
En el siglo XVI, por influencia de la corte española, se inicia la moda de vestir de negro. Tras el descubrimiento de América se encontró un tinte que lograba un negro magnífico, antes no existían buenos tintes para el negro, eran mas bien marrón oscuro. El problema era que al ser importado, resultaba extremadamente caro, y solamente la corte española, la más rica de Europa, podía permitírselo. Lo que supuestamente era un signo de austeridad tenía como resultado que, sobre la ropa negra, resplandecieran mejor las joyas. En el siglo XVII, se extendió su uso pero sólo los más acomodados podían vestir del negro, a la llamada moda española.
La burguesía europea adopta en masa el uso del color negro que indica sobriedad y discreción. Bajo una apariencia austera, que no refleja sus fortunas y evita las envidias, a diferencia de los atuendos ostentosos de la aristocracia, hay una afirmación de poder y distinción. Durante la Reforma protestante los atuendos fueron sombríos, los puritanos imponían multas a las personas que llevaran ropas coloridas y brillantes; el negro les parecía el color más virtuoso y digno.
Actualmente, jueces, abogados, sacerdotes y otros profesionales se distinguen llevando trajes de color negro que simbolizan su distancia y autoridad sobre otros miembros de la sociedad. Se podría decir que quien lo utiliza tiene suficiente confianza en si mismo como para confrontar los significados “negativos” y no teme asumir la diferencia con los demás.
Un uso particular en el rito funerario.
El luto se puede definir como la actitud ante la muerte que manifiesta una determinada sociedad en un momento concreto de su historia. Como fenómeno social es una conducta variable, que se manifiesta con claridad en determinadas épocas y desaparece casi por completo en otras. El luto se contempla en la actualidad como algo anacrónico y trasnochado en nuestra sociedad pero no siempre ha sido así. Las demostraciones que se hacen para manifestar la aflicción que se experimenta por la muerte de alguien comenzaron a generalizarse en la cultura latina, católica y protestante, a partir de las primeras décadas del siglo XIX. Por entonces, el sentimiento, el duelo y la muerte se convirtieron en asuntos de máxima actualidad y, como tales, fueron tratados por poetas, novelistas, pintores, escultores e incluso fueron captados por las primeras cámaras fotográficas. Esos temas, junto con el amor, se tornaron en la quintaesencia del espíritu romántico. El clima general estaba especialmente predispuesto para hacerse eco de todo lo relacionado con la muerte, aunque en esos decenios la clase social que se mostró más permeable a tal actitud fue la emergente burguesía europea.