Brillante publicación que disecciona minuciosamente como el poder es capaz de manipular a las masas a través de la imagen. El nazismo, el fascismo italiano y los regímenes comunistas soviético y chino se apoyaron en el diseño gráfico para difundir su ideario.
"Iron fists. Branding the 20th century totalitarian state" escrito por Steven Heller en la editorial de Phaidon (ISBN: 978 07418 4846 4) con 240 páginas. Desde Estados Unidos y presentado en Junio de 2008 se encuadra en el género Diseño Enlace Relacionado:Phaidon Valoración: 9 sobre 10
Siempre me había preguntado cómo un régimen como el nazi se las había arreglado para convencer a toda una nación de que el judío era un pueblo a exterminar y que la raza aria era la destinada para gobernar el mundo. Nunca me cabía en la cabeza. A lo largo de los años me fui dando cuenta de cómo la estrategia publicitaria, tan arrolladora en nuestro mundo capitalista, se las arreglaba para que la gente comprara determinadas marcas para reforzar su identidad, de algún modo abduciendo al consumidor. Esto, trasladado a escala nacional, controlado rígidamente desde el poder es lo que le valió a los totalitarismos del siglo XX para que sus mensajes y consignas “convenciesen” a sus ciudadanos. Steven Heller en este brillante libro nos va a relatar cuales fueron las claves de esta manipulación social basada en el uso dirigido del diseño gráfico.
El autor examina cuatro regímenes totalitarios: el nazi, el fascista italiano y los ejemplos comunistas soviético y chino. El libro comienza con el más notorio de todos ellos, el nazismo, cuyos objetivos eran los más estrambóticos y cuya implantación se hizo a través de una cuidadísima campaña de marketing que fue capaz de abducir a toda una nación. Heller nos cuenta la tergiversación simbólica de un signo milenario como es la esvástica, la cual el propio Hitler –de afición artística- compuso personalmente en la bandera roja con la esvástica negra sobre un círculo blanco. El rostro de Hitler con su característico bigote fue otro de los iconos de difusión nacional que sirvieron para personificar el régimen en su figura, Hitler era la única cabeza visible del poder. Otra cuestión fue el ahondamiento sobre la recuperación de la tradición gótica en el régimen nazi, con la caligrafía como elemento de comunicación, y su denostación del arte de vanguardia al que denominó “arte degenerado” el cual erradicó de la faz de Alemania. Los nazis controlaban la imagen de todos sus productos, de sus emblemas, de sus carteles, todo el diseño estaba controlado desde el poder. Y realmente esta utilización del diseño para propagar ideas, por muy atroces que fueran, surtió efecto.
El caso italiano es algo diferente. Su uso de la imagen fue diferente, más caótico y manejado con menor pericia, aunque también efectivo, por otra parte. El símbolo del poder fue el fascio, la enseña en el vestir, la camisa negra y el icono a expandir el retrato de Musolini con la cabeza rapada. A diferencia de los nazis el fascismo italiano tuvo una postura diferente frente al arte de vanguardia. Si bien es cierto que se recuperaron numerosas imágenes de la Roma Imperial, en una línea tradicionalista, el Duce simpatizó con los Futuristas que también proveyeron de diversa imaginería al régimen.
El ejemplo ruso es singular. Bien es cierto que en él se da también la circunstancia del culto al líder –retratos de Lenin y Stalin poblaron toda la Unión Soviética- y también tuvieron su bandera y su signo, la hoz y el martillo, pero su apoyo en el diseño hay que dividirlo en dos partes claramente diferenciadas. Por una parte la era Lenin se caracterizó por apoyarse en los constructivistas, diseñadores de vanguardia que eran convencidos comunistas y que diseñaban por y para el pueblo, y por otra el advenimiento de Stalin que renegó de este diseño para imponer el conocido Realismo Socialista que posteriormente impregnará al comunismo chino.
La China comunista es quizá la menos sofisticada, aunque presenta también algunas singularidades. Está, como no, la bandera, roja, como la soviética, y está el icono, ese retrato omnipresente de Mao, cuya sonrisa se ha comparado con la de la "Mona Lisa". Como comentaba antes Mao sigue la estrategia de Stalin propugnando el estilo realista en las manifestaciones propagandísticas. Utilizó el poster de gran y pequeño formatos para que la imagen del líder estuviese en todos los rincones del país. También controló las artes escénicas, el cine y el tatro para difundir su mensaje. Otro elemento a la vez simbólico y aleccionador fue el famoso libro rojo de Mao, que contenía una serie de asertos para que fuesen leídos a diario por la población. En la línea editorial China también utilizó el comic, en el adoctrinamiento tanto de los niños como de los iletrados. Otra manera de utilizar la imagen gráfica para adoctrinar.
Todo el texto está prolijamente ilustrado con una numerosísima colección de imágenes que atestiguan visualmente todo el imaginario totalitario y le dan valor de documento gráfico de primera índole a este libro. Yo solamente he dado un rápido recorrido destacando breves notas de lo que esta interesante publicación te ofrece, y considero que a través de él se aprenden muchas formas de adoctrinamiento a través de la imagen. De alguna manera este libro también me pone en alerta: si la imagen gráfica es tan efectivo vehículo de manipulación de masas ¿hasta que punto no estamos siendo manipulados a día de hoy donde la publicidad inunda toda nuestra vida? En el mundo capitalista la consigna es distinta: compra, compra, compra, y así el sistema seguirá funcionando. ¿No deberíamos preguntarnos quizá acerca de ello y ver hasta que punto estamos siendo manipulados?